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El señor Polichinela

¿Maduro está negociando? Al parecer, sí. Según la revista «Semana» (edición del 4 de abril de 2020), Michael Kozak publicó un tuit en el que, enfáticamente, niega que su país esté conversando con el mandamás venezolano, pero aclara que, en cambio, es este quién sí desea una negociación secreta con el gobierno de los Estados Unidos. Como sabemos, Mike Pompeo presentó hace unas semanas una propuesta para la transición que, sin rasgarnos las vestiduras, luce bastante razonable para materializarla por medios medianamente pacíficos. Plan que de paso, cuenta con el respaldo de la Unión Europea.

Aunque puedo estar equivocado, desde luego, dudo mucho que Estados Unidos realice una operación militar quirúrgica para arrestar a Maduro, como lo sugieren entre otros, Iván Simonovis (a través de variadas declaraciones a los medios), Carlos Molina Tamayo y Rodríguez Torres (entrevistados por Napoleón Bravo en su canal de YouTube), no porque Washington reconozca su autoridad como presidente legítimo, cosa que no hace, sino por el rechazo que una acción de esa naturaleza genera en la región e incluso, en Europa. Sería un precedente nefasto que, al fin de cuentas, ningún mandatario latinoamericano desea.

No obstante, distinto de lo que muchos puedan creer, la pandemia del coronavirus COVID-19 lejos de favorecer al régimen venezolano, tuvo lugar en el peor momento: la caída estrepitosa de los precios del crudo y de la producción venezolana a niveles impensables, y sobre todo, la escasez de combustible en el otrora quinto productor de petróleo del mundo, y, desde luego, todo lo que ello supone para la ya maltrecha economía venezolana.

Jorge Rodríguez y su hermana salen al ruedo, con mascarillas, con el rostro cruzado por expresiones de preocupación que sin importar si son ciertas o no, lucen fingidas, teatrales, y a veces, el propio Maduro, ataviado con bata de médico, como si se tratara de las fiestas del Rey Momo, ofrece personalmente cifras de enfermos, de recuperados, de fallecidos. Mientras, en las barriadas pobres de Caracas, unas populosas como las que hay en Catia y Petare, los ciudadanos obvian la cuarentena. Para ellos, que viven mayormente del trabajo informal y por ello, carecen de capacidad económica para enfrentar una encerrona que en nuestro caso ya cumplió el mes y fue prorrogada por otro más, las consecuencias de no trabajar son mucho más ostensibles que el coronavirus, cuyo contagio es, sin lugar a dudas, eventual. No critico la cuarentena a pesar del enorme costo económico que supone, porque, al parecer, pese al desarrollo tecnológico, no contamos con medidas distintas a las tomadas durante otras pandemias. Sin embargo, las políticas adoptadas por el régimen en el pasado, aunadas a las que ahora acompañan al confinamiento, bien podrían ser un boomerang mal echado, y, cuando regrese, dar un porrazo en la cara del régimen revolucionario. Uno que, eventualmente, fracture sus bases.

No sé qué ocurre a puertas cerradas, y qué conversaciones se están llevando a cabo en el entorno más cercano de Maduro, pero sé algo de historia y, sobre todo, tengo sentido común y criterio propio. Dudo que el chavismo sea una secta de imbéciles, y que en sus filas no existan hombres y mujeres sensatos, como sé, igualmente, que en las filas opositoras hay personas oscuras, con intereses opacos, cuando no solo egos abultados y necios. Imagino pues, que en todos los sectores la preocupación crece, no solo por el destino personal de algunos, sino por el colapso, por la creciente miseria y la ruina de un país que antes del gobierno revolucionario prometía desarrollarse y ofrecer a sus ciudadanos calidad de vida primermundista.

No dudo entonces que el mandamás venezolano, cuya cabeza tiene precio, ahogado en un océano de problemas, acosado aun por sus más allegados, sea quien pague los platos rotos, como el Señor Polichinela en la obra de Benavente, «Los intereses creados», y, justamente por ello, se vea obligado a pactar una «rendición», que mientras más demore, será más costosa para él y el chavismo. Y aunque Kozak diga lo contrario, tampoco creo que Washington descarte algún arreglo. Al fin de cuentas, esa sería la salida más deseable.

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