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Alberto Durero
Image: Albrecht Dürer - The Rhinoceros (NGA 1964.8.697). National Gallery of Art

El rinoceronte de Durero, y la diferencia

Alberto Durero (1471-1528), el gran pintor y grabador alemán pertenece por su arte y su biografía al Renacimiento, en los comienzos de la modernidad, en el siglo XVI. Época de transiciones entre lo medieval y la cosmovisión moderna en sus comienzos. Un particular grabado suyo, su dibujo de un animal en ese entonces básicamente desconocido es un ejemplo del salto a otro horizonte de realidad.

El rinoceronte de Durero es quizá algo más que una rareza en la historia del arte. Acaso es más bien un símbolo del asomo a lo diferente en épocas históricas de cambio de paradigmas, en tiempos de giro hacia nuevos hallazgos y descubrimientos. Y tal vez es un emblema también de la apertura misma a lo diferente en cualquier época, e incluso, por lo tanto, de la nuestra.

El rinoceronte de Durero es un grabado xilográfico creado por el pintor en 1515. La xilografía (de xylón, madera, y grafé, “inscripción”) es una técnica de impresión sobre una plancha de madera. Lo que se quería imprimir se tallaba a mano o con un buril en el tablón. Luego se impregnaba con tinta y presionado la pieza tallada sobre un soporte se conseguía la impresión del relieve.

Durero se inspiró en una descripción escrita y en un boceto general de un artista anónimo, de un rinoceronte indio que fue desembarcado en el puerto de Lisboa, en el mismo año de su grabado.

Aquel gran mamífero placentario era el primer ejemplar vivo que llegaba al Viejo Continente desde la época del Imperio Romano. En 1515, el rey de Portugal Manuel I decidió enviarle el extraordinario animal al papa León X como regalo, pero el barco que lo transportaba naufragó cerca de la costa italiana. Solo luego, en 1579, llegaría a Europa un nuevo rinoceronte desde las posesiones portuguesas en Goa (India) que provocó asombro en la corte española de Felipe

II.

Con elementos de referencia mínimos, el artista representó un animal que nunca había visto. La mente más que los ojos guiaron su proceso de representación gráfica que no resultó totalmente fiel. Durero dibujó al animal cubierto por fuertes placas, que simulaban una especie de armadura, una coraza con remaches en las juntas. Y la «armadura» de Durero quizá representa los pliegues de espesa piel de los rinocerontes indios.

La personal reproducción de Durero del animal por entonces poco común alcanzó gran difusión y popularidad. Es posible que sea la imagen de un animal de mayor influencia en las artes. Una muestra de esto es que, en 1956, Salvador Dalí produjo dos esculturas a partir de la versión del artista más famoso del Renacimiento alemán. Los ejemplares originales del grabado dureriano son hoy altamente costosos.

¿Pero por qué en su momento el grabado de Durero tuvo tan amplia difusión y aceptación? ¿Solo por el goce ante lo exótico? Tal vez, pero la sorpresa seguramente no se limitaba al impacto de lo raro. La admiración ante el grabado de Durero quizá se debió a que despertó la intuición de que aquel animal no ubicable en el conocimiento previo de los animales reales o imaginarios de Europa, hablaba de otra realidad, o de la ampliación de lo real ya conocido.
El rinoceronte de Durero no es solo una imperfecta representación artística, no es solo el testimonio de una especie nueva, sino una imagen-puente que desliza la atención hacia otras formas del mundo; la confirmación, por un animal como imagen al principio solo del arte, de la globalización propia del siglo XVI como derrame expansivo del europeo hacia otros continentes: América, África, Asia (la cuna del rinoceronte del grabado); una nueva cartografía planetaria, una extensión de la mente imperial europea hacia la redondez de la tierra.

Con la estampa de un rinoceronte, Durero anunciaba tal vez el descubrimiento de lo nuevo y diferente. Solo que ese anuncio fue barrido por la voluntad de someter la novedad al mundo viejo de las necesidades y ambiciones europeas.

¿Cuál sería hoy un equivalente del rinoceronte de Durero en esta época? Acaso asumir que a pesar de tanta globalización que hace que veamos el mismo tipo de imágenes, que consumamos entretenimientos y noticias parecidas, lo diferente y la diferencia no pueden ser erradicados del mapa dinámico de la vida.

El rinoceronte de Durero recuerda la diferencia y, por tanto, puede recordarnos lo diferente de culturas ancestrales no absorbidas todavía del todo por lo globalizador igualador; o puede hacernos sospechar lo diferente de las especies que aún no conocemos y que viven en el fondo de los mares o en la densidad abigarrada de las selvas; o lo diferente de planetas y galaxias todavía muy poco conocidas, o directamente desconocidas; o lo diferente que anuncia nuevos descubrimientos o tecnologías.

En el rinoceronte de Durero se mueve así pesada, pero sólidamente, lo diferente de ideas, personas, costumbres, y mundos que pueden sernos tan extraños como el animal que asombró al artista alemán en esa Europa renacentista de los barcos lanzados hacia lo nuevo y más grande.


Image: Albrecht Dürer – The Rhinoceros (NGA 1964.8.697). National Gallery of Art

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