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El régimen venezolano: la derecha y la izquierda (Parte V)

En los artículos previos hemos podido delinear las semejanzas que comparten ambos polos geográficos. Se pueden visualizar con claridad en los totalitarismos del siglo XX, algunos de los cuales se prolongan hasta el siglo XXI: socialismo soviético, chino y cubano en la izquierda y nazismo y fascismo en la derecha. Son gemelos que coinciden en el hecho de creerse poseedores de una raza o una ideología superiores, que hay que imponer a toda la sociedad y de cualquier modo. En este terreno no hay fronteras.

Los argumentos que han utilizado similares a los de las películas western, de la pelea entre los buenos, los socialistas, y los malos, los que no son socialistas, resulta a estas alturas del partido perfectamente inútil. Por nuestra parte nos parece más humano el argumento de Maquiavelo en sus discursos, cuando afirma que los hombres no saben ser ni del todo buenos ni del todo malos.

Recurrimos a los datos de la realidad, a los resultados que ha alcanzado cada modelo como un medio para poder zanjar el debate. Hoy estamos en posesión de un extraordinario volumen de información que permite evaluar dichos resultados y compararlos en todos los terrenos. Utilizamos el modo condicional, permitiría, por cuanto las utopías no se juzgan ni evalúan y porque verían luz un conjunto de argumentos como los de que eso no es ni fue socialismo, se aplicó de un modo inapropiado o los intereses globales lo impidieron.

El modelo socialista, lo más próximo a “terminator” por los resultados que es capaz de producir, es un modelo totalitario que como los demás excluye al individuo y cuyo propósito es producir sociedades homogéneas (por la vía de la raza o la ideología) y de pensamiento único. El régimen venezolano ha logrado avanzar un buen trecho en esta dirección. Ha avanzado destruyendo la democracia, el principio de la separación de poderes, el sistema de libertades y ha creado obstáculos que impiden el funcionamiento de la empresa y el mercado. Las consecuencias están a la vista y ya las hemos mencionado: deuda, inflación, escasez, desempleo e informalidad.

No obstante el monumental desastre, ha logrado valerse de ese principio “ningún enemigo a la izquierda” para lograr apoyos en el plano de la izquierda internacional. Ha logrado apoyos activos y silencios elocuentes. Acción y omisión y, como ya lo había apuntado Weber en su teoría de la acción, esta última es una de las formas que adquiere la acción humana. Algunas manifestaciones de apoyo rayan en la adulación. En ella han participado socios, amigos y franquiciados de varios países europeos. Parte de ellos, en lugar de citarlos, invito a verlos en “you tube”[1].

Algunos, por razones de carácter táctico y porque el apoyo de Venezuela resta muchos votos, han decidido desmarcarse del modelo y prefieren que se les asocie con países en los que gobiernan partidos socialdemócratas. Los resultados y logros de los países en los que gobierna la socialdemocracia, en algunos casos en alianzas con partidos socialcristianos, es decir con la “derecha”, son muy variados y diversos. Las experiencias desmienten la existencia de políticas económicas de izquierda o derecha. Ante todo, porque la aplican indistintamente ambos extremos y porque, además, la selección de una u otra política obedece a razones de adecuación, eficiencia y capacidad para promover equidad y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

El ejemplo de Grecia es importante tenerlo en cuenta para el tema que analizamos. El primer ministro gana con un discurso en contra de la troika y del programa, para después de muchas vueltas darse cuenta de que tiene que tragarse la amarga medicina de tener que tomar decisiones económicas adecuadas. Aquí se podría aplicar aquello que se atribuye a Groucho Marx, Tengo mis principios, pero si usted quiere otros también los tengo. Es el discurso anti austeridad, cuando en realidad usted no puede gastar más de lo que percibe so pena de caer en situaciones de las que después es difícil salir.

Lo que está ocurriendo en Venezuela deja descolocados a quienes se autodefinen como de izquierda y a varios miembros de la internacional socialista. Se lamentan del error sobre todo por las consecuencias que ello tiene para este ámbito geográfico, pues después de este inexplicables naufragio (cinco veces los recursos que administró la democracia en 40 años) resultará difícil reivindicar a la izquierda y al socialismo.

Este fundado temor les ha llevado a afirmar que lo que el gobierno llama socialismo no los es, y que lo que hay es un verdadero desastre y “un arroz con mango”, o capitalismo de Estado o que es un régimen militarista. Afirmaciones todas que no dejan de tener algo de razón pero que en ningún momento niegan el carácter socialista del régimen. Se trata de argumentos destinados a resguardar la utopía.

Nosotros preguntamos, ¿existe acaso algún socialismo de inspiración marxista que haya sido eficiente? ¿Qué haya sido ordenado? Que no haya producido escasez? ¿Qué no haya ejercido una fuerte represión que ha acabado en la muertes de millones de ciudadanos? La respuesta es NO, no existe. Los chistes sobre la eficiencia del modelo soviético o cubano dan cuenta del absoluto desastre de ese sistema, como la frase lapidaria según la cual “ellos hacen como que nos pagan y nosotros como que trabajamos.” No se trata de un equívoco o un error de implantación, es un error de diseño. Los resultados, con independencia del país, el continente, el grado de desarrollo relativo y la cultura, son similares.[2]

No resulta fácil explicar cómo frente al enorme cúmulo de evidencias que dan cuenta del monumental fracaso del régimen todavía hay quienes lo respaldan y además critican a la oposición, a la que continúan calificando de derecha y fascista no obstante que se trata de una afirmación que carece de asideros en la realidad. Los respaldos han sido por pasiva y por activa. Padecen de ceguera o miopía y no ven presos políticos, represión, violación de derechos humanos y ni siquiera se atreven a mencionar la deportación de colombianos. Eso si, critican a los gobierno europeos por la forma en que abordan la inmigración y hasta colocan carteles en inglés “Welcome Inmigrants” ¿Cinismo?

La arrogancia del modelo, que ha sido analizada por Hayek, de creerse dotados de una idea superior que hay que imponer a todos con el objeto de construir una sociedad homogénea y de pensamiento único, solo resulta posible a través del uso de la fuerza y la represión. Se consideran ungidos con la capacidad para controlarlo todo y con ese fin estatizan (el término más adecuado es gobiernizan)[3] todo lo que consiguen a su paso. Se consideran mejor preparados que el empresario incapaz de determinar, según ellos, lo que es necesario producir y a qué costo y precios debe producirlos

Los resultados que han generado son la mar de elocuentes. En el marco del mayor volumen de ingresos de la historia de Venezuela, han logrado eliminar cerca del 50% del parque industrial, desaparecer cerca del 15% del tejido empresarial y la mayor escasez que el país haya conocido. Durante este gobierno, que dura ya 16 años, se ha sextuplicado la deuda, la inflación pelea por medalla de oro a escala global, aumenta la pobreza y la desigualdad, crece el número de homicidios y la escasez ha convertido a Venezuela en el país del NO HAY. En los tres últimos lustros cerca de un millón y medio de venezolanos ha abandonado el país. El socialismo en operación, un poderoso mecanismo de destrucción.

Las explicaciones de tan monumental desastre, pues siempre logran lo contrario de aquello que dicen defender, hay que buscarlas en otro lugar, nunca, como es de esperar, es el producto de errores propios pues no se caracterizan por asumir sus responsabilidades. Se la imputan a otros: al neoliberalismo, a la austeridad, al embargo, etc. Los argumentos son tan predecibles como poco creíbles.

Las políticas dirigidas a ensanchar la presencia del Estado y a disminuir a la empresa privada y el mercado se oponen a aquellas otras que promueven la democracia y una ampliación de las libertades, que colocan a la empresa privada en el centro del desarrollo económico. Los países que adoptaron esta última estrategia son los que exhiben el mejor desempeño en crecimiento económico, productividad y competitividad. En esta dirección han avanzado el centro, la derecha y la izquierda más moderna. Es decir, que unas ciertas izquierda y derecha se dan la mano, y esto ocurre en las más variadas y hasta opuestas direcciones. Unos quieren más libertades y mercado, otros más Estado, capitalismo sin mercado, protección ad infinitum, subvenciones por doquier.

Se ofrecen como feroces enemigos de la austeridad, o enemigos de la austeridad para el sector en el que se desempeñan y por ello también coinciden en la necesidad de aumentar el impuesto y el gasto público. El tema impositivo se convierte en una especie de convocatoria a la deslocalización de las empresas. Más impuestos y más gastos que terminan creando más pobreza. Desconocen, o quizá el rechazo a la empresa alcance cotas desconocidas, que el financiamiento del estado de bienestar requiere no de menos sino de más empresas y empleos, de una mayor productividad y de un tejido empresarial más competitivo. No es para nada casual que en el mundo han sido precisamente los países con más democracia, más libertades y tejidos empresariales competitivos los que han logrado construir un Estado de bienestar moderno. El socialismo avanzó y mucho en la creación del estado de malestar, o solo el bienestar de quienes estaban en el Estado.

Desde algunos de los fragmentos de la izquierda se concibe al Estado como el instrumento para la realización de la justicia y como el defensor del interés general o público. Lo contraponen a la propiedad privada, solo interesada en la defensa del lucro individual. Han llegado a afirmar que la inclusión de la empresa privada en la prestación de los servicios públicos debe ser considerado como un acto de TRAICIÓN. El peso de los vicios del Estado es tan grande y los fallos tan inmensos que se le puede dar un cheque en blanco para hacer algo en lo que ha fallado tantas veces. Es realmente un dechado de privilegios, de corrupción y de injusticias.

El Estado ha demostrado poseer una capacidad infinita para el error en asuntos vitales como la gestión de empresas públicas, los medios de comunicación y el suministro de servicios como educación y salud. Por ello hay que evitar que haga uso de los recursos de todos los ciudadanos para satisfacer los insaciables apetitos personales, familiares y del partido que se encuentra en ese momento en el gobierno o de quien se dice administrador del bien público.

En el caso de Venezuela los datos en este ámbito son alarmantes. Deuda creciente, empresas públicas irrecuperables, un sistema de salud deficiente, la infraestructura en el subsuelo, la inseguridad creciendo con cifras de homicidios similares a la de países en guerra. De esto se desprende la necesidad, no de la eliminación del Estado, cuya intervención consideramos indispensable, sino la de someterlo a un mayor control social y político para impedir que sigan cometiendo los fallos a los que nos tiene acostumbrados.


[1] Palabras de Iñigo Erejón en ocasión del fallecimiento de quien fuera presidente de la república de Venezuela. Sobran los comentarios.

Ver también las palabras de Monedero… varios vídeos, solo colocamos el link de éste:

[2] La expresión popular venezolana es “se parece igualito”.

[3] Gobiernización alude al uso de las empresas públicas para los fines del proyecto político del régimen

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