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El Poder femenino

Es evidente que, en un mundo dirigido por hombres, donde el ejercicio de la política ha sido coto cerrado de ellos durante cientos de años, las mujeres necesitan adquirir posturas masculinas para obtener poder.

La naturaleza humana está compuesta por la biología pero está también socialmente construida. Eso significa que tarda muchas generaciones en modificarse. En la sociedad postmoderna el componente del condicionamiento cultural -derecho, normas, democracia liberal, economía de mercado-, ha organizado y ritualizado la clásica lucha por el poder entre los géneros.

A pesar de las batallas por la equidad, hombres y mujeres no estamos en equilibrio, se intercambiaron los roles, la mujer adquirió actitudes masculinas tradicionales: fortaleza, agresión, competitividad, jerarquía, dominación y la voluntad de usar la fuerza cuando sea necesario y el hombre otras consideradas tradicionalmente femeninas: pasividad, sensibilidad etc. Margaret Thatcher, Madeleine Albright o Hillary Clinton son representantes de este cambio y también son la prueba de que la biología no es destino. Ellas son el ejemplo de que las acciones de la mujer en política internacional, algunas veces, pueden ser más decididas y determinantes que las de los hombres.

En otros contextos también es posible encontrar un desempeño típicamente femenino en la política, por ejemplo, en Noruega, el empoderamiento de la mujer ha sido siempre parte de la política nacional. Muchos de los puestos más importantes del Gobierno son ocupados por mujeres que tienen siempre un gran espacio en política y que, en el campo internacional, han dado valiosas contribuciones en la temática ambiental.

Existe un factor que no ha sido tomado en cuenta: las democracias desarrolladas tienden a ser más feminizadas que los Estados autoritarios, sin embargo, para que la democracia funcione sin excesiva competitividad y agresión es necesario que la sociedad adquiera ciertos valores: responsabilidad, honestidad, tolerancia, respeto, autonomía. La modificación histórica de la política puede conducir a un cambio en las relaciones internacionales. Demasiadas veces, en la actualidad, el poder se convierte en una adicción, un vacío difícil de llenar. Hombres y mujeres pierden el equilibrio en el ejercicio del poder. Las características masculinas hacen a los hombres proactivos para formar coaliciones con otros con la finalidad de obtener poder aunque entre ellos existan relaciones de rivalidad. Las relaciones entre las mujeres son más determinadas por los conceptos de solidaridad y cooperación. Ellas también forman coaliciones, pero a diferencia de los hombres se unen con quienes tienen lazos emocionales y empatía. Cuando tienen un objetivo común, ellos y ellas hacen alianza, pero las mujeres en general, necesitarán tener cierta empatía con el grupo.

La naturaleza humana es un concepto basado en la biología, pero también socialmente construido. Científicos han señalado que tanto la genética como el medio ambiente y el condicionamiento cultural son importantes y sus efectos no pueden ser separados. A pesar del ascenso femenino, los hombres seguirán desempeñando un papel principal, muchas veces dominante, en el gobierno de los países. Sobre todo las decisiones relativas a guerras y relaciones internacionales estarán bajo el control masculino durante más tiempo del que las feministas quisieran.

Resulta difícil lograr que conceptos culturales e ideológicos logren cambiar aquello que está tan arraigado sobre todo si entendemos que el negocio de los países poderosos se basa en la venta de armas y en el dominio del territorio.

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