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Alexander Anchía
Alexander Anchía - ViceVersa Magazine

El Océano cibernético

A quienes andamos en la generación que llaman X, o en otras palabras a quienes andamos sobre los cuarenta, podemos decir que muchos nos sentimos como entre un sándwich o como aún en medio de un mar que no para de lanzar olas gigantescas. Hace años un famoso científico Carl Sagan comenzaba uno de sus programas con el título del Océano Cósmico. Al día de hoy me pregunto cuál océano será mejor si el Cibernético o el Cósmico. Y es que la gente de mi generación aún no se acopla a los cambios rápidos que nos hacen sentirnos muchas veces parias, mendigos de la tecnología. Personas parsimoniosas en el aprendizaje de botones, de canales, espacios y guetos que las nuevas tecnologías han impuesto. Al ver a mi madre aprendiendo lo esencial y básico de un celular inteligente, no quiero pensar lo que están viviendo las generaciones anteriores a la mía tratando de lidiar con estos inventos.

Fue justamente en plena juventud, durante la década de los 90s, que se intensificaron los inventos: la red mundial internet, los celulares inteligentes, los nuevos televisores, los nuevos métodos de videos o el youtube, las redes sociales. El Océano Tecnológico no ha parado de irrumpir en nuestras vidas con sus olas gigantescas porque no sólo trajo una serie de inventos, si no que generó un nuevo tipo de persona, un nuevo tipo de relaciones sociales. Los que aún solíamos ser románticos o cursis y amábamos enviar por el correo postal una carta a un nuevo amor lejano o las famosas postales de viaje a los familiares, hemos tenido que adaptarnos. La dimensión desconocida vino a través de una red invisible que permitía construir un vecindario propio inexpugnable, creado con una burbuja en medio del ambiente privado que constituyen las redes sociales.

No en vano Umberto Eco, tildó las redes sociales como el espacio en el cual los idiotas tomaban un poder especial. Esas mismas personas insensatas cuyas quejas, en décadas anteriores, no pasaban de las murallas de un bar, ahora tienen un espacio para propagar sus estupideces. El Océano Cibernético vino muy contaminado, pues si bien nunca había existido tanta información muy poca de esa información es realmente relevante.

No sólo Umberto Eco previó esa situación, el mismo escritor estadounidense Charles Bukowski en una serie de publicaciones póstumas recopiladas en su libro The Continual Condition, se expresó así frente a este nuevo escenario:

“hoy todo son ordenadores y más ordenadores y pronto todo el mundo tendrá uno, los niños de tres años tendrán ordenadores y todo el mundo conocerá todo lo relacionado con los demás mucho antes de que lleguen a conocerse y por eso nadie querrá conocerse. Nadie querrá conocer a nadie nunca jamás y todos serán unos solitarios como lo soy yo hoy”.

Vargas Llosa critica estos elementos en su ensayo La Civilización del Espectáculo y Octavio Paz esbozó los primeros síntomas de lo que iba a suceder después en: El Laberinto de la Soledad.

Desafortunadamente los intelectuales, los pensadores tradicionales van desapareciendo también, el pensamiento es cada vez más preciso y directo, más funcional y utilitarista. Personalmente conocer este poema tocó mis fibras y si me pongo a pensar a donde llegará la humanidad, creo que quedaré muy corto. Es muy probable que en unos cincuenta años algunos de los millennials sobrevivientes se quejen de las tecnologías discriminantes de esa futura época.

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