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El misterio del avión faraónico

Primer Capítulo: «Érase una vez un gobierno faraónico en el que sus monarcas se trasladaban en aviones de lujo y uno de ellos, por agraciar a otro, a su sucesor en el trono, decidió dejarle de regalo el mejor avión que había en ese entonces en el mundo, que no lo tenía ni el Presidente del país más poderoso del planeta. Era un jet Boeing 787-8 apodado Dreamliner que medía 57 metros de longitud, 17 metros de altura y 60 de envergadura. Era un avión particularmente lujoso envidiado por muchos gobiernos de todo el mundo por su autonomía de 16 horas de vuelo, sus motores de General Electric y Rolls-Royce, y su vida útil estimada de 25 años. Contaba con espléndida red de telecomunicaciones, un sistema antiespionaje desde el cual se había seguido muy de cerca las más recientes elecciones de Estados Unidos. Entre sus lujos se le había adaptado una cama queen size, donde habían dormido plácidamente, además del mandatario del país muy pobre, ministros y poderosos gobernadores; acostados con su respectiva pareja en turno, habían seguido las mejores series en las pantallas de plasma como Downton Abbey, Luis Miguel e Historia de un Crimen: Colosio. Los funcionarios más deportistas habían hecho ejercicio en la caminadora eléctrica adquirida en Suiza, para después ducharse en el baño cubierto de mármol, cuyas paredes mostraban enormes espejos en cuyos cajones se encontraban botellas de gel, cepillos de dientes, perfumes de marca, esponjas importadas y muchos cortauñas de oro. Cuando solía viajar la familia de la primera dama en curso y sus amistades para ir de shopping a Estados Unidos o Europa, adaptaban su capacidad para transportar a 242 pasajeros. De lo contrario, instalaban los 80 lugares, los cuales resultaban sumamente cómodos por el tamaño de los asientos y el espacio que había entre uno y otro. Su costo había sido de 130 millones de dólares. ‘El avión se vende, se renta o se rifa, pero yo no me voy a subir a ese avión porque no puede haber gobierno rico con pueblo pobre. Y nos está costando trabajo venderlo porque no hay quien lo compre…’. El mandatario de ese país tan pobre ofreció también un ‘trueque’, rentarlo o bien, hacer una rifa de 6 millones de ‘cachitos’ de la Lotería Nacional, a 500 pesos. El objetivo del gobierno de ese país tan pobre era reunir por lo menos 125 millones de dólares, cantidad que se dirigiría íntegramente a programas sociales.

«Dicho todo lo anterior, el precio de la venta del avión presidencial de aquel país tan pobre, finalmente resultaba una verdadera ganga. No tardó mucho tiempo en que surgieran varios interesados. Los tres principales eran: el príncipe Harry y su esposa Meghan. Por más que le pidieron prestado a la reina de Inglaterra, su alteza se negó a prestarles el dinero. ‘Sé que lo único que quiere esa pareja tan extraña es huir a la monarquía británica. No les voy a prestar ni un chelín’, dijo muy determinante Isabel II del Reino Unido en una rueda de prensa. La segunda oferta venía de parte de un grupo de inversionistas de Saba, una pequeña isla caribeña. Desafortunadamente no se pudo llegar a un acuerdo con el gobierno de ese país muy pobre, ya que después de una exhaustiva investigación realizada por el país muy pobre, se descubrió que su aeropuerto Juancho E. Yrausquin contaba con la pista más corta en el mundo, ¡400 metros! Además de no contar con un hangar del tamaño del avión presidencial. Por último, y los que estuvieron más cerca de cerrar el trato, fueron el hijo de El Chapo, Ovidio, junto con los hijos de Martita y la maestra Elba Esther Gordillo. Cuando el Presidente del país muy pobre se enteró de quiénes eran los posibles compradores se negó rotundamente. ‘Yo no hago trato con corruptos’, dijo en una de sus mañaneras.

«Al no encontrar un comprador para el avión presidencial, finalmente se realizó la rifa. Después de contar, durante meses, los seis millones de ‘cachitos’, el ganador fue un agricultor de Jamiltepec, Oaxaca, llamado José Concepción Pérez. Por más que hizo la lucha para que el nuevo gobierno del monarca le entregara el avión, jamás se lo entregaron con el pretexto de que su nombre completo era distinto al que aparecía en su acta de nacimiento y su INE. En su credencial de elector estaba como ‘Concepción’, sin el ‘José’, además su CURP no coincidía.

«Desde entonces, nadie sabe dónde está el avión presidencial. ¡Desapareció y no dejó huella alguna! El nuevo monarca continúa afirmando que los conservadores se robaron el aparato, pieza por pieza».

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