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El mejor antídoto 

La Covid ha puesto de cabeza a todo el mundo. Sin embargo, a lo largo de la historia, no ha sido la única pandemia. Entre los grandes desastres que sufrió la humanidad están varias epidemias que han dejado su huella. Eutropio, dijo sabiamente: “la peste surge cuando la desesperanza y las preocupaciones son mayores”. Es cierto. A pesar de los adelantos en ciencia y tecnología, vivimos atrapados en el consumismo, trabajamos intensamente para pagar lo indispensable y comprar lo superfluo, y la gran paradoja es que, con tanto estrés pocas cosas nos proporcionan felicidad.

Preocupan el calentamiento del planeta y el cambio climático que están causando muchos desastres naturales, y las bajas temperaturas del invierno han incrementado el número de fallecimientos.

Vale la pena revisar la historia y volver a un periodo de angustia y muerte que se vivió en Roma a raíz de la peste Antonina. Fue esa la primera pandemia que afectó al mundo occidental.  Ayer como hoy, los efectos de las crisis sanitaria y económica fueron graves y repercutieron en varios aspectos, desde la política hasta la religión y la cultura. Según los historiadores el Imperio romano experimentaba en el siglo II d.C su época de oro, habían fomentado la unidad cultural que abarcaba toda la cuenca del mediterráneo. Todo parecía funcionar hasta que llegó la pandemia, conocida también como la plaga de Galeno, un famoso médico griego que se encargó de la atención a los enfermos. La viruela y el sarampión se extendieron rápidamente por el imperio romano. La peste llegó con las tropas que regresaban de la guerra Pártica de Lucio Vero en Mesopotamia en el año 165-180. Para Roma la pandemia fue su gran derrota, una tragedia que mató a un tercio de la población. Derrotadas por la peste fallecían dos mil personas diariamente. En ese tiempo Roma era muy pujante recibía viajeros por mar y tierra gracias a sus vías de comunicación. La pandemia paralizó el comercio, todos vivían angustiados por la cantidad de muertos y tenían miedo de salir de sus casas. En ese tiempo gobernaban como emperadores: Marco Aurelio y Lucio Vero. Lucio contagiado por la peste huyó y falleció en la desesperación. Marco Aurelio, quien fue el gobernante más honesto de la historia de Roma, no se parece a ninguno de los populistas que gobiernan actualmente varios países, y decía atinadamente: “la destrucción de la inteligencia es una peste mayor que cualquier infección”. Gobernó de manera democrática, tenía una idea de la constitución basada en las leyes regida por la equidad y la libertad de expresión. En aquel tiempo poco se conocía de soluciones médicas, en su carencia las personas recurrían a la magia y esperaban milagros. Llegaron a escribir un salmo que colgaban en las puertas para ahuyentar al enemigo, como si los virus pudieran leer.

Los gastos de la enfermedad acabaron con el presupuesto público, pero Marco Aurelio, comprometido con el pueblo, no recurrió a pedir un préstamo al Fondo Monetario Internacional como hacen actualmente, sino que subastó sus bienes. ¡Qué diferencia con los gobernantes actuales!

Son tantas las necesidades en la pandemia, que los mexicanos teníamos la esperanza de que se suspendieran las obras faraónicas del capricho del presidente, pero hicieron todo lo contrario: recortaron el presupuesto en varias secretarías y más en el Sector Salud. Los hospitales carecen de lo básico y los pocos médicos que atienden a los internos afectados del SARS están exhaustos. ¿Qué diferencia con Marco Aurelio quien de verdad trabajaba por su pueblo y les devolvía en buenos servicios los impuestos que pagaban! La epidemia volvió a Roma nueve años después. En esa ocasión fallecieron la esposa y varios de los hijos de Marco Aurelio quien, después de luchar siete días, también murió a causa de la terrible enfermedad. En su agonía pronunció: “no lloréis por mi, pensad en la pestilencia de tantos otros. Amóldate a las cosas que te han tocado en suerte y a las personas con las que te ha tocado vivir. Ámalas”.

No podemos permitir que el miedo nos deprima. La unión hace la fuerza, la solidaridad, la compasión, la fortaleza son nuestro mejor antídoto.

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