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fabian soberon
Photo by: Núria ©

El hombre devorado

Juan sube a leer al primer piso de su biblioteca. Ese día lleva una bandeja con una taza de café y se sienta con un libro en la mano. Lee sin alteraciones. En un instante advierte que algo se mueve en medio de los libros, una especie de pausa nueva. Se distrae, mira el espacio que lo rodea. Se solaza con el bosque de papel y continúa la lectura.

Al día siguiente asciende con una manzana. Antes de sentarse con el tomo dos del diccionario de filosofía percibe una especie de mancha entre los volúmenes dedicados a poesía. Se acerca. Un zumbido atrae su brazo al leve hueco que se instala entre las páginas. Juan hace fuerza y logra zafar.

Sin ningún tipo de miedo, sube nuevamente al piso de su biblioteca. Esta vez lleva un paraguas transparente. Se sienta a leer y al rato escucha un viento brusco que sale de los libros. Se aproxima y mete la mano. Esta vez la fuerza indómita le toma los dos brazos y el torso. Juan combate, en vano. Su cuerpo es succionado por los libros y solo sus ojos titilan en la intemperie hecha de polvo y hojas. Desde el otro lado, Juan alcanza a ver el paraguas solitario y transparente.

Con la biblioteca como único testigo, se escucha algo que deglute un cuerpo blando. Juan sonríe entre las hojas. No sufre. Es el destino que siempre ha querido.


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