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El grito silencioso

Confieso que estos primeros 7 días del mes de septiembre han sido extraños. El jueves pasado (01/09/2019) fue “La Toma de Caracas”, un evento que la oposición venezolana tenía meses anunciando. Las expectativas eran grandes. Yo esperaba que ese día algo fuese distinto al resto de las marchas que han ocurrido en lo últimos 16 años. No sé exactamente qué, pero cuando sucediese, iba a saberlo.

La marcha en Caracas fue increíble, la seguí por todos los medios electrónicos que tuve disponible. Las imágenes eran grandiosas, pero el “algo diferente” jamás llegó. La gran “Toma de Caracas” terminó como cualquier otra marcha. Una tarima, una música de esperanza, unos discursos y fin. Todo el mundo a sus casas con el original mandato de hacer un cacerolazo (forma de protesta donde se repican las ollas con otros utensilios para demostrar que están vacías y que hay descontento social) a las 8:00 de la noche. Cuando lo leí no pude evitar pensar que era un chiste.

Si bien es cierto que no fue la única acción que anunciaron, porque había más marchas convocadas, me sigue pareciendo estúpido lo del cacerolazo. A lo largo de estos años se han hecho decenas de ellos que no han parado en nada. Para Einstein, la locura es repetir muchas veces algo y esperar resultados distintos. Para mí es la de estupidez.

Hoy (07/09/2016) hubo marchas en todas las capitales de los estados dirigidas a las sedes regionales del Consejo Nacional Electoral. Tres de ellas terminaron en agresiones a los manifestantes por parte de los colectivos.

No me importa cuántas personas digan que no, pero para mí seguimos atrapados en las mismas movidas de hace 16 años. ¿Realmente era necesario una marcha que demostrase que la oposición es mayoría, cuando logramos mayor número de curules en la Asamblea Nacional hace unos meses?

No me gusta sentirme como opositora de la oposición, es una posición que sobrepasa mi capacidad de ser hater, pero me es complicado apoyar de corazón a un grupo político que se parece más a un perro persiguiendo su propia cola que a otra cosa. Antes que venga alguien a querer hacerme pasar por sabihonda y preguntarme que cuál es mi propuesta, debo decir que no la tengo y estoy consciente de ello. Por eso no estoy metida en la dirigencia política, pero eso tampoco quiere decir que como ciudadana debo aprobar todo lo que hace el grupo que debo decir que me representa, porque realmente no hay más opciones.

Sin importar que aún queden otras acciones de calle pendientes, creo que se está ignorando lo más grave que hay en el ambiente, al menos para mí. Es ese grito del silencio cívico que hay en la calle, porque la mayor parte del tiempo estamos preocupados pensando en la comida o el dinero, que nos raciona el razonamiento político, sin el cual nuestro país seguirá el que hasta ahora pareciese ser su inevitable destino: el fondo del océano.

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