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Karl Krispin

El futuro en pasado

La sociedad post utópica, post paradigmática, posmoderna y cuantas otras poses haya para esta era múltiple concede que la historia carece de progresión. Frase también para ser destinada  junto a los relativistas a una cuarentena permanente. Palabras más, palabras menos, lo que deconstruccionistas y anticonceptuales quieren decir es que no necesariamente somos mejores a medida que transcurre la vida. Las tremendas coplas que Jorge Manrique dedicó a su padre recuerdan con nostalgia que “todo tiempo pasado fue mejor”. O no, según los aguafiestas intelectuales que nos rodeen. Pareciera ser que la humanidad en conjunto ha alcanzado un grado superior de evolución y que se vive mejor material y espiritualmente. Más allá del hambre africana (¿o venezolana?) el planeta cuenta con mayores recursos para el disfrute de un creciente número de personas. La expectativa de vida ha crecido, no obstante la brecha entre los hemisferios norte y sur. La democracia y las garantías individuales se siguen imponiendo a pesar de Kim Jong-Un y los que andan con el mazo dando. La conclusión, señores post rebeldes, es que el mundo es un sitio mucho más gozoso.

En los años 80 la preocupación hemisférica era que Hispanoamérica terminara de ser democrática. Nuestro país, el de Acción Democrática y Copei, contribuyó como pocos a esa ambiciosa realidad. Centroamérica y el Cono Sur estaban azotados por dictaduras o tiranías violadoras de los derechos humanos que asesinaban, desaparecían, torturaban e inventaban guerras. Perú sufría el terrorismo de Sendero Luminoso, Colombia los carteles de la droga y la narcoguerrilla. Incluso los brasileños tuvieron dictadura hasta mediados de la década. Frente al ocaso de la libertad, Venezuela exhibía la democracia con su sistema cimentado al que le jurábamos larga vida.

Llegaron los noventa y pasada la página del siglo, Latinoamérica entera salvo la opresión castrista, camina del lado de la libertad. Se ha rebelado ante la historia que la condenaba. Países sensatos como Chile se domiciliaron en el liberalismo económico y se convirtieron en reyes del bienestar. Nosotros, en Venezuela, en cambio nos despedimos del porvenir y nos dirigimos hacia la edad de piedra con un régimen que destruyó la economía, la moneda y el sector privado. Ya no somos la nación que se enorgullecía de su crecimiento. Hoy como nunca nos castiga la catástrofe de los ineptos y falsos iluminados. El socialismo nos condujo a la miseria. Al menos tenemos la lucidez que otorga el fracaso y nos ponemos de pie con el referendo revocatorio para volver a saber qué era aquello tan prometedor del pasado llamado futuro.

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