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arturo serna
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El experimento galés

A Karl Marx

En el pasado hubo muchas ideas para fundar una sociedad nueva en una tierra apartada, lejana. Pensemos en todos los casos pensados desde Tomás Moro hasta lo que propuso Macedonio Fernández en el Litoral. La historia es un conjunto de proyectos para mejorar la relación entre los individuos, para crear un lugar nuevo. La colonia galesa en Argentina fue una propuesta utópica en ese sentido. El entorno real, la contaminación con el gaucho y con el indio modificaron la motivación inicial.

Fitz Roy dio señales de cómo era la tierra de Chubut. Darwin había dejado constancia en su diario de las particularidades del suelo y de la fauna. El doctor Rawson informó sobre la apertura del gobierno argentino para recibir a los galeses. Lo que buscaban era fundar una colonia que protegiera ese tesoro prístino e ignífugo: la lengua galesa. Frente al asedio inglés temían que se perdiera y se desviara no solo la tierra y la economía sino sobre el idioma y, con él, la poesía: habían sido siglos y siglos de una conquista única.

La idea central de la preservación imita, secretamente, la pretensión de un científico nazi: guardar en un cofre social, transparente, la pureza de la lengua. En la Argentina, aunque el nacionalismo pulula como un gas maléfico, ese experimento se deshilvanó. Solo quedan los restos vacíos de la búsqueda. Lo que sucedió en el sur con los galeses puede ser considerado un laboratorio, un mero acto fallido.

Lo mejor sería evitar el deseo de pureza o eludir toda identidad. El proyecto de sociedad ideal, platónica, es en sí mismo un pormenor del fracaso.


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