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El dilema opositor

Votar o no votar, dilema que tiene, en Venezuela, a la oposición dividida. A mi juicio, ir a estas elecciones es una idiotez. Una memez sin precedentes. Venezuela necesita algo más que una ilusoria unidad electoral. La razón es muy simple: la solución no es electoral.

Para muchos, la estrategia es el sufragio, pero obvian que el sufragio no es una estrategia. Es cuando mucho, una herramienta. Una que, usada dentro de un orden democrático, sirve para tomar decisiones. Sin embargo, abusada por dictadores, como el candelabro del famoso juego de mesa «Sospecha», bien puede servir para fines perversos. Y así fue. Chávez utilizó el voto para degradar a la democracia venezolana a un burdo modelo tumultuario. Un modelo caníbal. Un modelo esencialmente bárbaro, incivilizado.

La estrategia comprende un plan de acciones que responden a un propósito, y es obvio que el sufragio es cuando mucho, una de esas acciones. Si votamos o no dependerá siempre de lo que estratégicamente sea conveniente. A mi juicio, en este momento, no lo es. Creo que la constitución y el derecho natural abren otras opciones que no se han considerado por majadería de un sector, que con una soberbia imperdonable, antepone sus necesidades a la del pueblo venezolano; sea porque afecta sus intereses o porque, sencillamente, solo desea tener la razón. Pobre motivo, este último.

La unidad ha fracasado construyendo una genuina unidad. La MUD se ha limitado a trazar una estrategia electoral unitaria. Pero ya hemos dicho, la solución no es electoral. Es por lejos, mucho más compleja y profunda.

Si no asumimos que todos somos venezolanos, aquejados por la misma tragedia y el mismo dolor, jamás abordaremos la unidad como una necesidad estratégica. Jamás comprenderemos que la salida va más allá de unas elecciones. O dicho de otro modo, que ganarlas no es suficiente. No es ni remotamente suficiente, y, de hecho puede ser tan solo una ilusión.

Los puentes, el diálogo, las negociaciones deben llevarse a cabo, desde luego; pero con los sujetos adecuados. No es con una camarilla de felones que va a negociarse más que un cambio de gobernantes, un cambio de políticas. Los puentes hay que tenderlos con los sectores que como usted y como yo, necesitan que la nación transite hacia un orden democrático. Unas elecciones no son suficientes para una tarea de esta magnitud. Es obvio que, en todo caso, el voto podría ser una de las formas para dar un paso necesario, destronar a la élite, pero, sin lugar a dudas, no es la única constitucionalmente permitida. Insisto, a mi juicio, no hay un mínimo de condiciones para ir a lo que, electoralmente, sería una masacre.

La crisis no da para insistir con estrategias probadamente fallidas. Mucha gente padece penurias indecibles. La nación desfallece, por el hambre, por la miseria espiritual y material que pudre la raíz de nuestra sociedad. Agonizamos. La estrategia es urgente porque las acciones no pueden postergarse más.

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