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fabian soberon
Photo by: Hunter Desportes ©

El croto (IV)

Cerca del abasto encuentra un perro. Tiene manchas marrones y mueve la cola. El croto sonríe. Lo acaricia. Le toca la cola y sigue su caminata. El perro lo acompaña fielmente. En alguna esquina se separan. Cada uno continúa su vida de croto. Han sido compañeros en un trecho.

En la vereda escucha una melodía lejana. Es apenas un tintineo leve, un soplido tímido que trae el viento. Parece un vals de Strauss. El croto desplaza un pie, luego otro. Se mueve con elegancia. La música avanza como un lenitivo. Él levanta un brazo y lo corre en el vacío como si abrazara a alguien invisible.

Baila.


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