Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
ViceVersa Mag

El club de los corazones solitarios (Parte II)

Hoy en día, la rebeldía propia de la juventud de la posguerra, se diluye lentamente adoptando una pose que no es otra cosa que la máscara que utiliza una nueva juventud desorientada y dormida. Así, el movimiento underground, pasó de ser un movimiento que se contraponía a lo establecido e intentaba reflejar la inconformidad, a transformarse en un bonito nombre sin carácter estético, filosófico o político.

Las quiméricas ideas de William Burroughs, Allen Ginsberg y Neal Cassady, representantes de la denominada generación beat, que se utilizaron como referente para el surgimiento de movimientos contraculturales, son transfiguradas radicalmente. La comercialización de éstas, les resta la sustancia básica de la que se componían, de forma que la liberación sexual, las drogas como medio para alcanzar la cosmovisión del universo, o la desnudez de la expresión, ya tienen patrocinio.

Las corrientes que antes se consideraban prohibidas, cuentan cada vez con más accesibilidad, ya nada se hace “subterráneo”. En este momento, incluso lo oculto pierde su misterio y se manifiesta casi cínicamente. Y sin embargo, cada una de las características mencionadas, están cada vez más lejos de volverse palpables.

Imagine, que soñaba con un mundo sin fronteras, seguirá siendo precisamente imaginaria; porque si bien la música de los Beatles se internacionalizó y fungió como símbolo de una nueva forma de pensamiento, en el presente, pese a que  la toca casi hasta la Sonora Santanera, y aunque con el uso del internet las fronteras han disminuido, la cercanía con el mundo ilusorio que planteaba Lennon, se encuentra tan próxima a nosotros como los polos en un imán. 

Y si Irwin Allen Ginsberg escribió Aullido después de ver a las mejores mentes de su generación “perdidas en la locura”, ahora no sólo lo escribiría; sino que aullaría de verdad, y se desgarraría al contemplar que esas mentes errantes, resultaban mucho más auténticas que las actuales. Esas generaciones, perdidas o no, innovaban cualquier campo, reformaban las situaciones y creaban diferentes panoramas. Ahora, en cambio, las ideas en las que se fundamenta el underground, están descontextualizadas y carecen de argumentos, porque se apoyan en las ideas recicladas de una generación que no vive en las mismas condiciones que hace 50 años.

Lejos de avanzar hacia el mundo de Imagine, al sitio onírico de donde abstraía sus ideas Dalí, o a cualquier otro universo utópico, que se oponga a los sistemas que homogeneízan a las personas mermando su racionalidad y  despojándolos de la sensibilidad que desde siempre ha sido el ideal del humano aunque su carácter se oponga por completo a éste; estamos en Un mundo feliz de Huxley, impregnados desde niños para ajustarnos a un sistema basado en la fe. Aquello en lo que creemos, ni lo hemos visto, ni lo conocemos.

Vivimos todavía en el mundo de Zaratustra, en donde las grandes ideas no son escuchadas y menos comprendidas.  El arte psicodélico con todos sus colores, ha dejado de ser una representación viva de las ideas de inconformidad y la expresión en su cenit; es ahora un caleidoscopio que filtra la basura en la que vivimos y nos colorea el mundo con las marcas que ostentan los mejores estilos.

Los tatuajes, una expresión artística que intentaba plasmar en la piel de forma permanente un pensamiento o una idea, e incluso fungía como símbolo de pertenencia; las formas de vestir ajenas a lo convencional y hasta la música que escuchamos, se utilizan nada más que como sello para las reses. Tal como ocurre con el ganado, estos símbolos, en la mayoría de los casos, sirven para identificar el grupo al que perteneces, y “administrativamente, para calcular la producción y la productividad” y las ganancias que se obtendrán de éstas.

En México, un ejemplo que puede parecer hilarante, es el caso del Vive Latino, en donde se reúnen desde las bandas más alternativas hasta las más representativas del rock, como Panteón Rococó que le canta al subcomandante Marcos o Maldita Vecindad, (ahora disuelta), que considera a la Ciudad de México un circo, y otros tantos que se oponen al régimen capitalista; sin embargo, este festival en donde se reúnen las ideas progresistas musicalizadas por los exponentes de algunos movimientos contraculturales en México, fue creada nada menos que por la iniciativa privada, porque lo que vende hoy en día es lo contracultural. Pero este fenómeno no es privativo de la sociedad mexicana. Nada menos, en 2007, se llevó a cabo un festival en el que participó la BBC de Londres para realizar un homenaje por el aniversario del lanzamiento del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.

Así podría continuar enumerando situaciones que contradicen las que en un principio eran las bases de los movimientos contraculturales. Quizá el error no recaiga en el trastorno que han sufrido las ideas; es probable que hayamos malentendido los términos y que ahora lo que pensábamos que era el underground, no lo sea.

Lo cierto es que las corrientes actuales del underground, carecen por completo del romanticismo y la visión pasional de los jóvenes de antaño. Pero seamos realistas, ¿realmente las viejas corrientes eran tan novedosas y pasionales? La respuesta inmediata es: no. Definitivamente, lo único que diferencia a las formas actuales no sólo de la contracultura, si no de cualquier ámbito, es que en las primeras, había personas que sí eran pasionales,  capaces de transmitir sus ideas y mover a los demás en favor de una causa digamos desinteresada; pero en la actualidad hasta de eso carecemos. No sólo no queremos liderar, tampoco queremos seguir, buscamos permanecer estáticos y ajenos a la realidad, incluso a la que nosotros mismos elaboramos.

Los nuevos movimientos contraculturales, que en realidad de nuevo no tienen nada, se caracterizan por reunir un aglomerado de personas identificadas con una tendencia, que muchas veces no comprenden, nos individualizan, nos separan de los que creemos diferentes y que en realidad son más semejantes de lo que pensamos, y lejos de acercarnos a un grupo, nos vuelven parte de, como dirían los Beatles, “el club de los corazones solitarios”.   

Hey you,
¿nos brindas un café?