Hoy quiero levantar mi voz por aquellos que no pueden hablar. Hay algunos que estuvieron de moda, que causaron furor, que despertaron pasiones, pero hoy son rechazados… estoy hablando de los billetes rotos.
Hoy recibí una lección de “El Rosas” y “El Profesor”, aclaro que no es el de la casa de papel, sino otro: Juan Manuel de Rosas, mejor conocido como el del billete de 20 pesos, y de Domingo Faustino Sarmiento (quien era maestro), también llamado “el señor del billete de 50 pesos”.
Todo ocurrió la mañana del lunes, cuando me levanté temprano y caminé a la carnicería para comprar algo de pollo para la semana, pues, para alguien que vive solo, lo mejor es comer lo mismo todos los días. De esta manera la neurona que usarías para decidir qué vas a comer cada día, la puedes enfocar en alguna idea por la que sí te pagan las compañías para las que trabajas.
En fin, cuando fui a la carnicería hice mi pedido y pagué con 200 pesos, que en dinero de argentina son “dos evitas” o “dos rocas”, que no es por el actor de La Falla de San Andrés sino por Julio Argentino Roca, el presidente que sale en los billetes viejos de 100 Pesos. Luego de pagar, el carnicero me regresó un billete de 50 pesos (un Sarmiento o un profesor ¿Recuerdan?), pero demasiado enrollado para mi gusto, así que lo desplegué y vi que estaba roto. Acto seguido ocurrió esto:
Juanette: ¿Disculpa, me puedes cambiar este billete? está en mal estado.
Carnicero: La verdad yo no lo veo mal
Juanette: Está roto, le falta un pedazo
Carnicero: Cuando vayas a pagar lo enrollas y no se dan cuenta.
Juanette: Es decir, si yo te pagara con este billete ¿Me lo recibirías?
Carnicero: Bueno ya no porque el billete ahora es tuyo así que agárralo y vete.
Juanette: Mejor hagamos algo, toma tus pechugas (bueno las del pollo), tu billete roto y dame mis dos Evas…
Carnicero: Vas a dejar de comer por un billete roto ¿En serio?
Juanette: No, creo que llegó la hora de meterme a vegetariano.
Luego de dejar mi compra y tomar mis 200 pesos, dejé la carnicería de un portazo. Caminé unos metros y entré en la verdulería, compré algunos vegetales, una tapa de tarta y pagué con mis 200 pesos ¿Adivinen cuanto fue el cambio? Exacto, 50 pesos. Así que tomé mi Sarmiento, bastante más derruido que el que me había dado el carnicero y me fui a mi casa.
En el camino me encontré en el piso un billete de 20, o un Rosas ¿Por qué nadie lo recogía? Porque no vale un carajo, pero como soy una persona de buen corazón lo recogí … obviamente también estaba en mal estado.
Chicos hoy les dejo dos lecciones: Los vegetales no son más ricos que la pechuga grillada… y si te dan un billete roto, recíbelo porque si el destino quiere que sea tuyo lo será.
Ahora que lo pienso, este sería un buen momento para ir a misa, tal vez pueda dejar a Rosas y Sarmiento en la cesta de la limosna y salir corriendo antes de que el cura me los quiera regresar.
Ilustración por Alexander Almarza