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“El amor es ciego”

Decidido a evidenciar la inexistencia de los Reyes Magos, José Vicente inclinó el cuerpo frente a la cama deslizándolo sobre el suelo de baldosas heladas hasta alcanzar la cabecera por debajo; una vez ahí, con la yema del dedo índice, activó el grabador que el Niño Jesús le había obsequiado ese diciembre.

Al día siguiente, con sus propios oídos, José escuchó cómo la cabalgata del 5 de enero había ingresado en su habitación. Acercó la oreja aún más al aparato: un murmullo revelaba que aquellos hombres luego de haber viajado sin descanso desde Arabia, Persia y la India no se detuvieron a contemplar al niño que dormía, sino que curiosos conversaban acerca de una luz roja que se reflectaba en el piso.

Al parecer los Reyes pensaron que la luz del grabador era el reflejo de una estrella que les anunciaba un presagio, porque en vez de dulces dejaron oro, incienso y mirra.

En la modernidad los niños que siguen la tradición cristiana esperan dulces, pero José Vicente creyó comprobar la existencia de la deidad: un deseo universal. Si los Reyes Magos cabalgaron hasta su cuarto después de tantos siglos, entonces habían trascendido la mortalidad y todos los dioses descritos por los humanos podían también existir.

Probablemente los dioses y las creencias empezaron a coexistir con nosotros siendo una avalancha magnífica que se creó y se regenera por las infinitas preguntas que las personas no sabemos responder. Una bola que contiene una sola respuesta, que aplasta el “¿por qué?” de un niño y que masajea los nudos conformados por la insatisfacción y el cuestionamiento naturales en los humanos hasta anularlos casi enteramente.

Cuando crecemos deseamos que exista un Creador que nos guíe; al no visualizarlo, responsabilizamos a otras personas de ser nuestros héroes e ídolos.

A esos dioses-humanos podemos amarlos de dos maneras: como al ser invisible que nos visita silencioso en la oscuridad sin generar sonido alguno para no despertarnos; un anciano, que por anciano debe ser sabio y darnos lo que merecemos (o sea, lo que pedimos), que suponemos luce regordete por comerse todas las galletas y tomarse nuestra leche. Le rogamos insistentemente a esa presencia etérea que no tengamos que usar nuestro poder o encargarnos nosotros de la situación; porque, como dijo Spinoza, “el amor como toda otra emoción es una afección del alma y precisamente consiste en la alegría acompañada por la idea de una causa externa.” Sin entender que ni el propio Dios podría correspondernos, porque si “Dios” no puede odiar a nadie tampoco pudo amarlo, pues no es afectado por ningún afecto (ibid.,V,17 Corol).

O, también podemos amar a nuestros dioses-humanos a través del “amor intelectual” de Spinoza o lo que él llamó “Amor Intelectual de Dios”: “el amor intelectual es el único eterno y es aquel con el cual Dios se ama a sí mismo”. El filosofo decía: “Dios, en cuanto se ama a sí mismo, ama a los hombres y, por consecuencia, el amor de Dios a los hombres y el amor intelectual del alma a Dios es uno y lo mismo” (ibid., V, 36 Corol.). En los libros sagrados este amor ha sido llamado “gloria” y es lo que nos otorga nuestra salvación o libertad. (ibid., Schol.).

Intelectualizar podría ser amar lo que conocemos y no lo desconocido, lo que se diluye en el suponer. Pero, si Dios se ama a sí mismo: ¿podría llegar a ser egocentrista?¿Podemos ser libres al adorar y crear expectativas sobre nuestros dioses e ídolos?

Los dichos populares dicen que hay que amarse a sí mismo para amar al resto, pero la mitología griega castiga a Narciso haciendo que se enamore de su propia imagen reflejada en una fuente hasta ahogarse y convertirse en flor.

Se da a entender que Narciso se enamora de su belleza, de la superficialidad, de lo que vio a simple vista sin preguntarse el porqué. De ahí el “narcisismo” o egocentrismo que provienen de la falsa devoción y el rechazo hacia el resto de las personas.

El egoísmo nada tiene que ver con el amor, es como el creyente católico que dice ser devoto cuando no acciona de acuerdo a la buena conducta moral o aquellos que son felices únicamente cuando sienten que vive la imagen que han forjado en sus mentes y no la persona que se manifiesta ante ellos. No son sus héroes quienes los decepcionan, es su forma de amarlos.

Pienso que la manera en la que hemos decidido que sea el amor afecta mucho más a la sociedad actual que la creencia que tenemos en seres inexistentes. El amor tiene que ver con la palabra “compasión” no con la palabra “tolerancia”, porque el amor no es aceptación es entendimiento.

La realidad es que la tarde anterior a la noche de Reyes, los padres de José Vicente estaban reunidos con la cantante María Teresa Chacín y su esposo cuando fueron interrumpidos por José, quien aseguraba que sometería a prueba a los Reyes Magos al colocar un grabador en su cuarto. Los presentes mantuvieron silencio absoluto y al dormirse José Vicente ayudaron a su padre a registrar sonidos de pisadas, voces graves, le colocaron ofrendas al niño y renovaron su Fe en los Reyes Magos… total, ni la Biblia aclara si ellos eran reyes y mucho menos magos, en cambio sí podemos asegurar la capacidad de los humanos.

“…y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Juan 8:32

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