Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Paola Maita
Paola Maita

El dilema de las latas

“Amor, estas latas se vencieron, las voy a botar” está lejos de parecer ser una frase que pudiese detonar de una discusión un miércoles a las 6:20 a.m., pero creo que nadie que no esté viviendo en Venezuela en este momento puede entender la gravedad del asunto.

En medio de lo que es la peor crisis alimentaria de nuestra historia, para mí botar cualquier cosa comestible es una auténtica tragedia, y no porque esté en medio de una necesidad extrema. Un pensamiento terrible cruzó mi cabeza enseguida: ¿Y si alguien revisaba nuestras bolsas, se comía las latas y se enfermaba?

La discusión transcurrió sobre qué tan responsables podíamos ser de alguien que se alimenta de nuestra basura. Ni en la más retorcida de mis pesadillas me imaginé alguna vez redactando una frase como esta. Las alternativas eran botarlas por el drenaje, sacar el contenido y botarlo por separado en bolsas más pequeñas, o botar las latas tal cual.

Lo primero implicaba poder tapar la tubería; mientras que lo segundo y lo tercero a fines prácticos resultaba igual. Un cualquiera podía comérselos descompuestos.

Decidí postergar el desechar las latas todo el día para tratar de pensar en la mejor solución posible, pero al volver a casa al final de la tarde supe que no había alternativa ganadora. Sólo podía botarlas y esperar lo mejor.

Sé que en otros países la gente es responsable por su basura por un tema de reciclaje, pero no sé cómo interpretar el sentirme culpable por el que otro se coma algo que yo boté porque sé que me podría hacer daño, y que ese otro quizás también lo sepa pero que su hambre sea tan fuerte que esté dispuesto a jugársela.

Ese mismo día, en el trabajo aprendí a aplicar, corregir e interpretar un test sobre autopercepción de malestar en situaciones de estrés psicosocial. Nos los aplicamos a nosotros mismos con dos objetivos: practicar y ver cómo estamos llevando la situación del país. De todo el equipo de psicólogos, ninguno salió bien parado porque al final del día seguimos siendo seres humanos con miedos y preocupaciones tan naturales como las de cualquier otro. Tenemos algunas herramientas más que algunas personas, pero eso no nos hace invencibles o invulnerables.

Todos tenemos latas que nos preocupan, y en medio de un caos como este donde muy a duras apenas podemos velar por nosotros mismos y por los que queremos, no me queda de otra que pensar que al menos botando las latas con su contenido adentro procuro que el que revise la bolsa coma lo más limpio posible. (Intenté que la frase no sonase cínica, pero creo que no lo logré)

Mientras escribo esta crónica, se me aguan los ojos. Pocas veces me pasa esto. Creo que esas latas me acecharán por un buen tiempo.


Photo Credits: Julio César Mesa

Hey you,
¿nos brindas un café?