Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Destino de una insumisa

Su número de matrícula, tatuado en su brazo izquierdo, del campo de Auschwitz, era 78 651. Tenía 16 años y medio cuando Simone Jacob, fue deportada en 1944. Los nazis asesinaron a su padre, su madre y su hermano. La noche del 15 de abril, los alemanes habían llevado a Simone al tren número 71. “El convoy se inmovilizó en medio de la oscuridad. Antes de que se abrieran las puertas, empezamos a escuchar los gritos de la SS y los ladridos de los perros. La luz de los reflectores, nos cegaba a la vez que descendíamos la rampa del vagón. Toda la escena tenía un carácter irreal. Nos lanzaban hacia un viaje del horror, para precipitarnos a una pesadilla”, contaba en 2007, la entonces ministra de Salud, Simone  (Jacob) Veil.  En menos de tres meses, Simone Veil fue testigo del esterminio de 400 mil judíos húngaros. Presencia, así mismo, día y noche, el arribo de los convoys llenos de personas tratadas como animales . En medio de toda su desgracia, un día la jefa del campo de concentración, Stenia, una vieja prostituta, le dijo: “Eres demasiado bonita para morir tan joven en este lugar”.  Junto con su madre y su hermana, Simone fue transportada al campo Bobrek. Nueve meses después las tres mujeres son enviadas a Bergen-Belsen en el norte de Alemania. Para su fortuna, la jefa de este campo, era la misma polaca que la había salvado en Auschwitz. Finalmente sobrevivieron tres hermanas Jacob: “El interés de Stenia hacia mi en particular siempre ha sido un gran misterio”, escribió Simone Veil en sus Memorias.  En ellas también cuenta lo que solía decir su padre, cuando ella era una niña. “De todas sus hermanas, la que siempre dice “no” a todo, es Simone”. Con los años confesaba que su primer reflejo era decir que “no”. Gracias a esa palabrita, nuestra “insumisa”, se convirtió en un verdadero símbolo, no nada más para las mujeres como “símbolo del feminismo”, sino para Francia. Muchos años después, en enero de 1995, Simone Veil y su hijo visitaron el campo de Birkenau. Allí reconoció la barraca en donde estuvo con su madre y su hermana, justo debajo de la cámara de gas.

Simone Veil, política, abogada, ex ministra de Salud, miembro de la Academia Francesa, primera Presidenta del Parlamento Europeo, Gran Cruz de la Legión de Honor, Caballero de la Orden Nacional del Mérito, Dama comendadora de la Orden del Imperio Británico, Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, pero sobre todo gran defensora de la Ley de “Interrupción voluntario del Embarazo” mejor conocida como “la ley Veil”, murió hace poco más de un año, el 30 de junio de 2017, a los 89 años, (el 13 de julio hubiera cumplido 90 años).  “Su humanismo intransigente forjado por el horror de los campamentos hizo de ella la aliada constante de los más débiles y el enemigo resuelto de cualquier compromiso político con la extrema derecha. Ella llevaba en alto estos valores como miembro de la Academia Francesa”, dijo Emmanuel Macron. 

No, no fue nada fácil para Simone Veil, entonces, Secretaria de Salud del presidente de derecha, Giscard D’Estaing, no fue fácil convencer a la Asamblea Nacional, la mayoría compuesta de hombres, de su proyecto de ley para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo.  “No podemos seguir cerrando los ojos ante los 300 mil abortos que, cada año, mutilan a las mujeres de este país, que pisotean nuestras leyes y que humillan o traumatizan a aquellas que tienen que recurrir a ellos.  (…) Ninguna mujer recurre con alegría al aborto. Siempre será un drama, y como drama quedará para siempre”. ¿Cómo convencer a una derecha antisemita acerca de un asunto tan complejo el cual resultaba totalmente tabú para ese año de 1974? Más que como feminista, Simone Veil, hablaba como Secretaria de Salud: “¿Por qué seguir entonces cerrando los ojos, cuando la situación actual es mala, diría más, es deplorable y dramática? Es mala porque la ley es burlada abiertamente, peor todavía es ridiculizada. Cuando la brecha entre las infracciones cometidas y las que son perseguidas es tal que ya no se puede hablar de regresión, es el respeto de los ciudadanos por la ley, y por lo tanto la autoridad del Estado, lo que se cuestiona”. Gracias a sus convicciones firmes y congruentes y a su gran oratoria, finalmente Simone Veil los convenció y la ley fue votada por 284 a favor y 189 en contra.

Nos alegra que, Simone Veil, haya sido enterrada en El Pantheon, al lado de Victor Hugo, Alejandro Duras y Marie Curie entre muchos.

Hey you,
¿nos brindas un café?