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Del habla y de la escucha

Siempre he pensado que nuestra aproximación a lo ético ocurre mediante un pequeño grado de sufrimiento

                                              Dennis Adams

En todo momento estamos estableciendo relaciones con el Otro, desde la medida de la necesidad y hasta una cantidad no medible de lo innecesario. Esas relaciones no están dadas ni construidas de una vez, sino que es necesario construirlas y darles un nombre. El ser humano se halla incrustado e inmerso en esa condición, que para muchos es tensionante y para otros se realiza dentro de un orden estable y equilibrado.

Hablar es lo ideal, lo necesario y lo que hace distribución de poder y de propiedad sobre Otro; mientras que Escuchar, es la manera y el modo, que exhibe aquel que es dominado y sometido. O que, como es costumbre escuchar, no tiene nada que Decir ni necesidad de Decirse. El hablar ya convierte al que lo hace en el sabio y en el poseedor del conocimiento y de un saber que lo proyecta ante el Otro; y el que Escucha es considerado como el que no es poseedor de un conocimiento. Uno cuando habla quiere hacer excavación en Otro.

Hablamos para obstaculizar y cerrar lo que Otro intenta y tiene que Decir, y con ello le destruimos. Es absurdo concebir como el que habla -no siendo miembro de la Orden de los Habladores o de los Predicadores- trata en la mayoría de los momentos en que lo hace de construir e instalar una relación de poder. Con ello, con esa intención queda excluido el poder de escuchar. El que escucha también tiene el poder de escuchar, se ha dado el poder de saber escuchar. En nuestro medio es muy necesario y esencial hablar de todo -la Doxa- para demostrar y probar que se conoce y se domina un tema determinado, lo cual proporciona un status a quién habla. Hablar y escuchar pertenece al orden del Goce, no a la comunicación en sí y por sí misma.

Hablar y escuchar son una teatralización de nosotros mismos, como en el teatro No aristotélico de Bertolt Brecht (1), en la medida en que el que habla y el que escucha, participa e interviene en la misma dimensión dentro de la obra. Existe pues, una intervención que hace que yo escuche y que incita a que yo hable. Es obvio, que nadie habla para no ser escuchado, y que nadie escucha para no hablar.

Y ese hablar después de escuchar, no necesariamente tiene que ocurrir ahí mismo, sino que podrá darse después, en un momento otro. Después de una más fundamentada y fundamentadora meditación. Tenemos a los que pueden hablar sobre cualquier tema y hacen la pose para que el que escucha de una vez le reconozca que sabe. El problema de hablar y no escuchar, radica principalmente en el hecho de que el Otro que habla, lo que busca y quiere constantemente es el reconocimiento. Como él no puede ni tiene con qué re-conocerse a sí mismo, proyecta esto en otro, para reconocerse.

Decía brillantemente Nelson Goodman, en su libro Maneras de hacer mundos (2), cuando se problematiza desde donde se han leído sus tesis, desde donde podría ser leído o dice: Hay pocas etiquetas filosóficas que le pueden valer cumplidamente a un libro que se opone tanto al empirismo como al racionalismo, al materialismo y al idealismo como dualismo, al esencialismo como al existencialismo, al mecanismo y al vitalismo, al misticismo y al cientifismo, por no mencionar otras ardientes teorías. El resultado podría describirse como un relativismo radical bajo rigurosas restricciones y que termina siendo algo parecido al irrealismo”. Y termina afirmando y afirmándose: “Mi orientación, escéptica, analítica y constructivista.  Con lo que queremos indicar que hay allí una decisión y una posición en relación con el mundo, con él mismo y que la pronuncia, la dice, la expresa, con la clara y transparente intención de que su meditación sea observada y examinada desde “ese allí” que él reclama.

Ya  que muchos de los que hablan no saben desde donde hablan, y lo que es peor: no saben qué los hace hablar. Habría que saber escuchar y la escucha no es realizable sino cuando el Otro habla desde aquello que lo obsesiona y que lo extenúa, que lo revela o lo oculta. Tenemos que ya no es una  Habla de la inconsciencia sino de la esencia de lo inconsciente y en ese momento adquiere una intención y una tensión que concentra y disemina sentido y da sentido por ello  accede a la realidad del Otro y contribuye a transformar la  realidad y a cambiar el mundo. Cuando otro me habla con el propósito de extender y expandir un poder, me lleva a mi muerte.


Notas:

1.-. BRECHT, Bertolt. Diario de trabajo I. 1938-1941. Buenos Aires. Ediciones Nueva Visión. 1977.

2.- GOODMANN, Nelson. Maneras de hacer mundos. Madrid. Visor. La Balsa de la Medusa. 1978.

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