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De terraplanistas a socialistas… y no he dicho nada

En estos días, leyendo un artículo de «El País», me enteré que hay unos terraplanistas que en pleno siglo XXI afirman que la Tierra es plana como una sartén. Aunque parece una mamadera de gallo del «Chigüire Bipolar», no lo es. Y lo más grave, no hay modo alguno de convencerlos de lo contrario, a pesar de que ya en el siglo III a.C. los griegos demostraron lo que ya intuían tres siglos antes, y de existir, hoy por hoy, infinidad de fotos desde el espacio que la muestran como una enorme canica (en mi pueblo, metra).

Al parecer, los tales terraplanistas se aferran a videos de YouTube (que como todo en ese mundo virtual que es el internet, también está plagado de pendejadas). Puedo explicarme entonces por qué aún hay en este mundo de Dios creyentes del socialismo, como por ejemplo, el actor Jim Carey (que cobra millones de dólares por hacer muecas, oficio que a nuestro Yeyo jamás le reportó mucho dinero), la ralea que rige en este país mío (que al parecer está forrada de dinero) o los jovencitos listos a seguir y obedecer impensadamente a los monstruos que como Pol Pot o Mao, para citar a dos de los más cruentos dictadores, masacraron personas impíamente para favorecer un modelo ideológico que de paso, mediocriza al individuo y crea miseria.

Al igual que ISIS o el Talibán Afgano, los socialistas no debaten ideas, profesan dogmas de fe de un credo laico, de una religión que hace de Marx un dios y de Lenin y Fidel sus más notorios profetas. Son los socialistas verdaderos fanáticos, y como tales, no cuestionan ni lo más evidente: el fracaso estrepitoso del socialismo en todos – y recalco, todos – los países en los que se ha ensayado. Después de entender esto, asumo que discutir con ellos es inútil. No vale la pena molestarse, porque siempre encontrarán un argumento para excusar los fracasos del socialismo, como los ufólogos se apegan a la teoría de la conspiración para poder refutar los argumentos que, sin negar la existencia de otras criaturas en este universo, se limitan a afirmar que no hemos hecho contacto con alienígenas.

Son molestos, son irritantes, son necios con quienes discutir resulta cansón y aburrido. Son fanáticos que no oyen argumentos contundentes, sólidos y robustos, que sordos a cualquier demostración en contrario, solo se escuchan a sí mismos justificando los mitos creados por una narrativa que de juzgarse como un fabulario, sería un verdadero Best Seller, comparable a Harry Potter.

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