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De Siria o de Muerte

Todas las mañanas son complicadas en mi planeta, las noches se vuelven demasiado cortas y el sueño no alcanza a satisfacer sus ansias. Ni el café, ni las tostadas, ni la ducha, ni las ganas de emprenderme enérgico cada buen día me recargan con las ganas que me hacen falta. Me la paso agotado, pensando en lo mal que me desparramo por las calles, con la mente perdida en la maldita rutina, enmarañado por deudas emocionales y nostálgico de tiempos idos. Así, recorro las avenidas, vestido de trapos pero desnudo de motivos. Me hundo frente al volante de mi Nissan plateado y parto sosteniendo los párpados que se agarran dificultosos detrás de las ventanillas de las gafas de sol. Al poco rato la voz inútil de los parlantes distrae mis oídos y de pronto todo se concentra en el eco de la mujer y el ruido de las noticias.

Van cayendo las malas nuevas unas tras otras, como un torrente de cotidianidades famélicas que no terminan nunca. Los parlantes suenan como martillazos y se multiplican como hormigas. Hoy por hoy Siria es el centro de la nutrida cadena de fatalidades y arbitrariedades sin remedio ni destino. Todo parece tan familiar y a la vez tan ajeno, hombres, mujeres y niños devastados, despojados, maltratados, y mal recibidos como consecuencia de una guerra que no les pertenece. Los de este lado del planeta lamentamos profundamente la pobre suerte de las desmembradas víctimas de la catástrofe de Medio Oriente, pero nos creemos tan lejanos a la realidad de ese lado del mundo que a los 34 segundos de haber escuchado se nos olvida todo y volvemos a reubicarnos en el lugar que según nosotros nos pertenece. No es que seamos mal educados o insensibles, es que ya las ganas se han gastado pagando deudas, revisando Facebook, haciendo la cotidiana fila de Starbucks, estimando que tenida es la más adecuada este fin de semana y divulgando que nuestros mediocres trabajos son el centro del universo.

Parece tan disparatado pensar, viviendo en Estados Unidos, el más poderoso y omnipotente país del mundo, que algo parecido a lo que los sirios viven hoy nos pudiera pasar a nosotros. Nosotros, ciudadanos del templo de la libertad y de las oportunidades. Sin embargo, y dado el quehacer de los acontecimientos, la seguidilla de catástrofes, la enorme responsabilidad de nuestro gobierno y la masiva incapacidad de razonamiento que hemos heredado, deberíamos ir esperando que el fuego nos alcance.

Vayamos pues descubriéndonos de trapos y hagamos un nimio empeño que nos ayude a discernir como es que este enredo se transformó en la catástrofe que es hoy. Quién sabe si acaso deberíamos simpatizar con nuestros hermanos en Europa quienes “sufren” la desgracia de recibir a los hambrientos y mal olientes sirios, quienes a pesar de ser constantemente pateados y mal mirados en Austria y Hungría siguen intactos prefiriendo la humillación de no ser bienvenidos por sobre el plomo de las balas o el terror del gas sarín. Pero este menjunje empezó hace ya más de un tiempo, mucho tiempo tal vez. Su procedencia se origina en el big-bang, episodio que vaticinó el comienzo de un camino irreversible e indomable, el camino de la vida y de la muerte. Con el big-bang se pavimentó la avenida en el campo del desarrollo natural, biológico y regenerativo de los seres vivos. Este desarrollo por consiguiente se transformó en el comienzo de la más avasalladora y encarnizada competencia jamás vista sobre la faz de la tierra, la competencia por el progreso y la tecnología. Ha sido tan ávida la carrera por progresar que hemos sido capaces de someter la vida y gracia de un hombre por la muerte y desgracia de otro. Es debido a esta tecnología, sin embargo, que el hombre se ha abierto camino hasta transformarse en la única especie capaz de dominar a sus anchas las tierras y los mares por sobre todos los demás seres vivos del planeta. Es decir, la vida como la entendemos. Las herramientas y recursos que han alimentado el progreso humano provienen de la tierra y de sus elementos básicos, todos repartidos a sus anchas a lo largo del camino. Por ejemplo, por casualidad o azar los compuestos orgánicos, materia inerte y natural consecuencia de la vida, se han transformado en pieza fundamental de nuestro presente y pasado. Resulta que a cierta temperatura y a cierta presión, la materia orgánica que se ha acumulado por milenios en sedimentos geológicos a grandes profundidades debajo del talante de la tierra, se convierte en petróleo. Y resulta, que por accidente o azar ciertos lugares del planeta son ricos de tales yacimientos, mientras otros no lo son, o no lo son tanto. Pues bien, los subterráneos ardientes de Siria están cargados hasta los dientes de petróleo. Aquí comienza el problema, pues después de los muchos ires y venires de innumerables monarquías de este mundo y después de que otras riquezas, como el oro, hayan pasado a ser insignificantes comparadas al petróleo, hoy es Estados Unidos el monarca de los mares y las tierras y necesita petróleo para seguir siéndolo. ¿Y por qué tanto interés en el petróleo? Porque sigue siendo el recurso más importante precursor de la tecnología de nuestros días, pero inclusive más importante, es el precursor de las riquezas individuales más abultadas del mundo.

Siria sin embargo ha sido una nación insensata y no nos ha querido dar el dominio total e irreversible de sus tierras y de su petróleo. Y nosotros nos las estamos ingeniando para revertir tan magra injusticia.

Siria había sido un hueso duro de roer, no nos había dado razones bien fundadas para bombardearla completamente así que tuvimos que fabricar las sustancias necesarias que dieran con la pócima de la guerra y la invasión. Una de las astucias bien logradas por los sirios fue firmar un tratado con Irán de cooperación y ayuda, lo cual implicaba que si uno se declaraba en guerra, el otro lo ayudaba. Dadas las circunstancias y en nuestro afán por matar cuantos pájaros podamos con una sola piedra, hemos participado en mayúsculos escándalos con tal de concebir que uno de estos dos países se nos alinee en guerra, después de todo Irán también está desbordado en petróleo. Es así como, a partir de la revolución de Irán en 1969, donde el pueblo iraní derrocó al Sha, un dictador y asesino que EEUU puso a su mando en 1953 para proteger nuestro libre acceso a tierras iraníes, que hemos estado financiando a todo tipo de delincuentes con tal de quedarnos con el jodido petróleo. El delincuente más importante de todos, Saddam Hussein. Nuestro querido Saddam se dio a la tarea de derrocar a la nueva revolución iraní pero no resultó ser muy eficiente. En la primera guerra del Golfo Pérsico, entre 1980 y 1988, Saddam con ayuda de las bancas de los impuestos de los ciudadanos norteamericanos despachó bombas químicas en territorio iraní, torturas, secuestros, y todo tipo de medidas inhumanas, pero ni siquiera eso logró posicionarnos como ganadores, dueños y señores de medio oriente. En vista de que el tal Hussein no resultó ser quien queríamos que fuera, cambiamos la estrategia. Mil maniobras más se sucedieron una tras otra hasta que finalmente en el 2013, y después del fallido intento de acusar a Irán de tener armas nucleares (cosa que solo EEUU y algunos de sus aliados pueden darse el lujo de tener), y bajo un subterfugio ilegitimo e hipócrita, declaramos públicamente que Siria era nuestro peor enemigo. Resulta que en la desesperación de hallar justificaciones, EEUU acusó al gobierno de Siria de haber usado gas sarín, es decir bombas químicas, en contra de la insurgencia que pretendía derrocar al gobierno. Tal agravio es considerado un crimen de guerra sancionable con el estallido de más guerra. Tal insurgencia había nacido, supuestamente, como consecuencia al terror que imponía el gobierno sirio en su pueblo. Lo malo es que es de conocimiento público que si bien existió tal ataque, la bomba no fue dirigida desde el gobierno, sino que investigaciones llevaron a concluir que habían sido los rebeldes sirios quienes habían hecho caer la bomba sobre las tropas del ejército y la población civil. Las Naciones Unidas encabezó las investigaciones que declararon que efectivamente las pruebas apuntaban a que las bombas químicas habían sido usadas por un grupo rebelde y que existían testigos que afirmaban tal contundencia. Las pruebas de EEUU acusando al gobierno no han sido reveladas hasta el día de hoy. El hecho es que las fuerzas insurgentes han sido, son y con profunda tristeza se debe aceptar, que serán el brazo derecho de EEUU en Siria. Ellos representan los intereses de los menos en contra de la mayoría. Nosotros los alimentamos, les damos de comer y les llenamos las manos con explosivos y balas. Esto nos da la esperanza de lograr una desestabilización completa y permanente del estado sirio y que, por fin, se nos conceda el dominio absoluto del petróleo musulmán.

Sin embargo, como es obvio, nuestro gobierno desmiente con vaguedades conocidas y comunes sus arrebatos en el medio oriente. De hecho aseguran estar defendiendo los derechos humanos de la población y la democracia por sobre todas las cosas. EEUU, según lo anuncia el portavoz de la Casa Blanca, no tolerará gobiernos asesinos y beligerantes como el de Siria. Obviamente eso se nos ha olvidado en ciertos pasajes de la historia, al menos así lo dicen las páginas de los libros refiriéndose a episodios como cuando atacamos Irak, cuando hicimos caso omiso del genocidio en Ruanda, cuando desmantelamos la democracia en Chile y cuando asesinamos la insurgencia en Guatemala y El Salvador.

Por eso ahora no vaya a ser cosa que el fuego nos alcance. Hemos jugado mucho tiempo confiados en la estupidez humana a sabiendas que las masas se controlan con un cuerpo de mujer delgado y bien tostado vendiendo autos con alza vidrios automáticos, estimulando el amor por una bandera para así motivar el odio por abanderados de otros colores, y haciendo que la competencia por tener nos termine distanciando. No vaya a ser cosa que el mundo adormilado despierte y se vuelva loco de furia o que Rusia nos dé una patada en la quijada bombardeando criminales auspiciados en nombre de la supuesta “democracia” .

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ANDREA MENDIETA
ANDREA MENDIETA
8 years ago

Rodrigo, comparto tu sensación de impotencia y naturalidad que hoy por hoy, todos expelen en el día día, pendientes de cosas materiales o de sus problemas más íntimos en donde hemos perdido la empatía por la atrocidad. Me quedo con tus 34 segundos de impacto, los que quedan en el olvido cuando vemos desfilar un video gracioso o algún spot publicitario de algo que nos gustaría comprar. Día a día, vemos pasar por nuestros pupilas, las atrocidades mas viles disfrazadas por estas «supuestas búsqueda de paz» o «protección a los derechos humanos» , Cuando en definitiva el trasfondo es económico… Seguir leyendo »

Verónica
Verónica
8 years ago

Esta es la pura y cruda realidad …. Súper bueno tu artículo Rodrigo . Te felicito!

Annamaria
Annamaria
8 years ago

Que bueno tu Articulo, Rodrigo !!! Logra exponer brillantemente una realidad por muchos incomprensible !!! De verdad : Super Claro y Autentico!!!

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