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daniel campos
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De Bogotá a Sampa

La Amazonía colombiano-brasileña estaba totalmente cubierta de estratocúmulos. Esta vez no pude ver desde el aire el majestuoso Amazonas y los ríos sinuosos de su cuenca que recorren la selva como si fueran arterias. Recién al sobrevolar la zona de transición de la Amazonía deforestada de Rondônia a las sierras y mesetas del centro-oeste brasileño se abrieron las nubes. Aún alcancé a ver algo de selva siempreverde y extensos humedales barrosos.

Pronto cambió la escena. Empecé a distinguir terrenos agrícolas en Goiás y Mato Grosso. Es la llamada “frontera agrícola”. De un lado de la frontera se hallan las plantaciones que abastecen a la agroindustria; del otro, la precaria resistencia de los bosques amazónicos. Con el actual gobierno golpista y reaccionario brasileño, la frontera agrícola se extiende y la selva se reduce. Soya para el mundo, dinero para la agroindustria. ¡Cómo te quiero y cómo me dolés, Brasil!

El resto del vuelo continuó sobre las sierras y mesetas de grandes extensiones agrícolas de Goiás, Minas Gerais y el estado de São Paulo.

Finalmente atisbé la gigantesca ciudad meseteña, Sampa. Me alegró observarla en la luz oblicua y suave del final de la tarde. Me pareció más alba de lo que recordaba, quizá por el efecto de la luz en las fachadas blancas de los miles de torres de apartamentos. En una de esas torres, en la calle Cristiano Viana del barrio de Pinheiros, viví hace años. Allí lloré al final de una tarde de viernes la muerte de mi abuelo Hernán. Allí también bailé con amigas y abracé amigos.

Pensé al observar la ciudad que aquí transcurren las vidas de veinte millones de personas. Veré qué historias me depara la ciudad en estos cinco días y con cuáles de esas personas compartiré. Ahora, hospedado de nuevo en el barrio de Pinheiros, me siento en casa. Soy rico en hogares. Esta ciudad es uno de ellos”.

—Bitácora de viaje: 8 de mayo, 2018


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