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fabian soberon
Photo Credits: Christopher Adams ©

Cultura y capitalismo

Byung Chul Han está de moda. Y su voz desinflada y simplona circula como si fuera el viento nuevo de un canto viejo. Solo se trata de la versión contemporánea del canto del cisne posmoderno. En uno de sus libros traducidos, dice que la cultura actual no sigue la forma del pensamiento lineal sino que tiene el modo de la hipercultura, del hipertexto que conecta simultáneamente los múltiples puntos del tablero o del terreno. Según Han, la hipercultura funciona según la lógica del rizoma y que no tiene centro. Aquí comete el mismo error que comete Foucault al proponer un poder sin centro. El surcoreano tiene mucha confianza en el poder liberador del esteticismo. Han piensa que las relaciones entre culturas sin lugar fijo son relaciones de juego, relaciones estéticas en las que las relaciones de poder no alcanzan. Este es, para mí, un pensamiento simplificador e ingenuo. El capitalismo omnipresente del mercado pervierte y distorsiona las relaciones de todo tipo, incluso la forma hipercultural que propone Byung Chul Han.

Quizás algunas piezas artísticas, el ajedrez o las matemáticas puedan ir más allá de la política. Pero el capitalismo se filtra como agua entre los dedos y, de alguna forma, aparece como sombra o como telón de fondo en las múltiples posibilidades de la escritura y del audiovisual. A pesar de Han, la cultura adopta la figura omnipresente del mal de nuestro tiempo.


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