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sergio marentes
Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©

Cuarenta mil años no son tanto

Luego de que un equipo de biólogos rusos encontrara unos organismos diminutos, algo así como unos gusanos modernos, congelados en medio de un bloque gigantesco de hielo siberiano de más de cuarenta mil años, si es que el hielo tiene nacionalidad, y les dieran un poco de calor para que estos recobraran sus funciones vitales, se contempló una nueva versión de la creación, una versión mejorada del origen de la vida.

Una vez más, gracias a la intuición de la ciencia y a la exactitud del arte, la humanidad se supo un poco más eterna, más perfecta. Lo bueno de esto es que la humanidad, con hechos como este, se consolida como parte indispensable de la historia, y lo malo, porque todo tiene un lado malo, es que la historia nos resulta indispensable. La historia en cambio, para justificar su existencia, podría basarse en las coincidencias, la suerte, la fortuna, lo inesperado, lo inexplicable o lo que fuere sin perder un gramo de su peso. Pero no, para nosotros siempre tiene que haber alguien a quién culpar, alguien a quién premiar o condecorar, quien, paradójicamente, firmará en el libro de la historia. Y es por eso es que, quienes escribimos el mundo, no nos detenemos, no claudicamos y nos dedicamos a ver el otro lado de la moneda oficial. En este caso, más allá del otro lado del bloque de hielo, del verdadero origen del agua que lo componía, de la nacionalidad de los científicos o de las reacciones de los gusanos luego de regresar a la vida. Nos dedicamos al sucio arte de relativizar. Ya somos muchos los que andamos diciendo que decenas de miles de años no son tanto, que el universo tiene no sé cuántos millones de años y todavía es un bebé. Pero si habláramos de tiempo de espera, por poner un ejemplo cualquiera, para el pago de unos derechos de autoría, sería una eternidad. Así somos: no sabemos lo que somos.

Todo lo anterior para decir una sola cosa: cuarenta mil años no son tanto si pensamos que de lo que estamos hechos es tan antiguo como el universo, aunque creamos no poder calcularlo.


Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©

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