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Crear la Unión Europea de los Pueblos

2015: el año cero de Europa. Después de una larga inmovilidad  y de millares de muertos, por fin la Unión Europea  reaccionó frente a la emergencia migrantes.  Pero el Consejo de Ministros de Interiores europeo aprobó sólo una parte del plan presentado por el presidente de la Comisión Jean-Claude Junker, quien proponía  reubicar a 24 mil prófugos provenientes de Italia y 16 mil de Grecia. De hecho el camino hacia su plena actuación está plegado de obstáculos, sobre todo porque hay que decidir como repartir a otros 120 mil migrantes y como gestionar a  los que están a punto de llegar.

A lo largo de los días más dramáticos de esta crisis humanitaria (la última crónica sale de la isla griega de Lesbo, donde un barco con 38 personas entre ellos 15 niños se hundió sin dejar sobrevivientes) la UE sigue dividida, poniendo en riesgo los valores mismos de su constitución. «Europa se encuentra en una encrucijada, y no lo dicen sólo los periódicos o la política, es algo que está bajo los ojos de todos. O recupera los ideales que justifican su unidad o corre el riesgo de transformarse en un aburrido condominio con reglas abstractas y estériles».  Es la declaración que el primer Ministro de Italia Matteo Renzi, envió por medio de una carta al diario italiano La Repubblica, y en la cual agrega que estamos frente a la Europa de las paradojas, una Europa que se mostró desprevenida  ya que esperó que llegara la emergencia para actuar y que no ha logrado una política unitaria. Cada País ha tomado decisiones unilaterales alimentando el caos.

Sólo en el último fin de semana en Munich, tras la decisión de la Canciller Angela Merkel de abrir las puertas de Alemania para conceder  asilo político a medio millón de sirios, llegaron 40 mil prófugos.  Alemania calcula que para finales de año podría haber llegado casi 1 millón de migrantes.  Así, si en un primer momento Angela Merkel sorprendió a todo el mundo tomando la conducción del cambio de marcha hacia una política de acogida que ponía en el centro la solidaridad, capaz de redefinir los equilibrios políticos europeos y los del partido Popular de Europa, Berlín decidió después cerrar temporalmente las fronteras en el confín con Austria para abrirlas en un segundo momento, pero manteniendo los controles en los trenes que salían de Salzburgo. La misma decisión que amenazan con tomar Francia y Austria. Alemania está colapsando desde el punto de vista logístico, así como está en pleno riesgo la vida de su gobierno. Los vientos xenófobos que soplan desde el Este y las duras manifestaciones de protesta de los grupos neonazis pueden estallar en cualquier momento. «Tenemos que construir la Europa de los valores», subrayó el otro día en Berlín Angela Merkel. La política de acogida está todavía sobre la mesa, no obstante al mismo tiempo el tratado de Shengen – es decir el principio fundador de la Unión Europea que permite la libre circulación de las personas dentro de sus confines – se esté poniendo en discusión. Lo que está a punto de estallar es la misma Europa.  El resto de los Países miembros  tienen que hacer su parte. Berlín quiere que también en Italia, como ya en Grecia, se formen “zonas de espera” (hotspots) para los migrantes, que permitan clasificarlos y drenar así el flujo hacia Alemania.

Pero ¿cuáles son los tratados que el plan Junker quiere renovar? Actualmente el Pacto de Dublín del 1990 – remplazado por la Regulación de Dublín II del 2003, puesto al día en el 2013 – establece que el Estado de la UE donde llega el migrante es el que debe examinar las solicitudes  de protección internacional. El asilo político protege a quién huye de los países, la mayoría en estado de guerra, donde los derechos fundamentales no son garantizados. Institución que permitió a grandes como Albert Einstein, Sigmund Freud, y al premio Nobel Aung San Suu Kyi que obtuvieran su condición de refugiados y escribieran la historia.

El objetivo principal de los protocolos es evitar que más de un país gestione la misma práctica. En concreto, son los mismos de siempre: Grecia, Italia, España y Malta, los que gestionan los flujos. A éstos últimos hay que añadir Hungría, donde millares de prófugos, en particular sirios, están intentando entrar para llegar a Alemania caminando. Pero la pared de alambre de púas en el confín con Serbia, que puso el premier nacionalista Victor Orbán, y las leyes de excepción aprobadas la semana pasada, recuerdan un pasado que nadie quisiera vivir de nuevo. Orbán decretó que será castigado con cinco años de cárcel quién ayudará a los prófugos con un gesto de caridad como darles comida. La policía tiene el derecho de entrar en las casas privadas y, como si fuera poco, decidió utilizar el Ejército para rechazar a los migrantes.  A pesar de las fuertes protestas de una parte de la población nadie ha logrado que cambiaran esas medidas.

«Los migrantes representan una amenaza para la pureza étnica  y cultural de la Europa blanca y cristiana», sigue tronando desde hace días el Primer Ministro húngaro. Palabras que arruinan toda posibilidad de lograr un acuerdo colegial y que, al mismo tiempo, destruyen los valores mismos de la Unión europea, nacida bajo los escombros de la Segunda Guerra Mundial.

La grieta que presenta el primer borrador del plan Junker, el que proponía una división obligatoria de las cuotas de migrantes entre los distintos países de la Unión, es profunda. Este mecanismo tendría que empezar a funcionar a finales de octubre, y permitiría  superar los tratados de Dublín. Sin embargo una aprobación definitiva se ve bastante improbable a causa de la posición del bloque de los países del Este (Eslovaquia, República Checa, Polonia, Romania y Hungría), por un lado y por el otro de los del resto del continente (aunque Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca gozan de la cláusula de opt out sobre el tratado de Shengen). El único consuelo es el vía libre que los 28 dieron a la ronda de control en aguas internacionales y a la política para detener a los traficantes.

No sólo Europa tiene que tomar su parte de responsabilidad para resolver la emergencia creada por hambre, guerras y Estado Islámico (Is). También debería asumir su cuota el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas. ¿Alcanzará la Onu, en la semana de las celebraciones de su 70º Asamblea Nacional, reencontrar los ideales que están a la base de su creación, a pesar de las guerras en curso y de las esperanzas traicionadas? ¿Alcanzará a salir del papel de espectadora impotente en el cual ha quedado hasta ahora?

No es demasiado tarde para la creación de un corredor humanitario que permita a los refugiados llegar en plena seguridad y en plena legalidad en Europa. La única solución posible para que se detengan las matanzas en el mar Mediterráneo. En noviembre se encontrarán en Malta los representantes de la Unión europea y los de Africa. Un encuentro sobre políticas migratorias que está generando expectativas y que podría ser una buena ocasión para activar todas las fuerzas diplomáticas y políticas.  Quizás la última posibilidad. Europa hasta ahora ha decepcionado, pero si de verdad no quiere fracasar,  debe lograr pronto la “Unión europea de los pueblos”. Hay que actuar rápidamente.

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