Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
paola maita
Photo by: kanonn ©

Conversaciones pendientes (II)

En mi primera vez, fuimos tres. Tres personas más o menos igual de perdidas tratando de saber qué hacer con otro al frente. Todos habíamos ido al mismo colegio, recibido la misma educación sexual, conversado y bromeado al respecto. Me atrevería a decir que los tres éramos igual de ingenuos, pese a que alguno lo disimulase mejor que otro.

Después de esa primera vez, vendrían muchas más con otros y otras. Como todo en la vida, algunas veces más memorables que otras. Aun así, solamente una de esas “memorables” había sido conmigo misma.

Es muy difícil aceptar que, en 15 años de vida sexual activa, los otros que he tenido al frente han sido más capaces de darme placer que yo misma. El cuerpo de alguien conoce el mío mejor que yo. ¿No debería ser tan capaz de proveerme mi propio placer como lo soy de proveerme comida, vestido, calzado y techo?

Podría parecer absurdo que me haya tomado tanto tiempo el responsabilizarme de mi propio placer, que no haya podido tener para ello el mismo impulso que tengo para mantenerme económicamente. Luego me doy cuenta, conversando con amigos, que no es un tema tan aislado y personal como en algún momento pensé, sino que llega a tener un matiz más social.

Sí, mi primera buena vez conmigo misma fue a mis 32 años, en mi baño, con un juguete y yo sumergidos en una bañera de agua tibia, como cliché de chick flick al estilo de 50 Sombras de Grey.

Podría decir que no me arrepiento, que mejor tarde que nunca, y cualquier otra frase del estilo apologético que intentan darnos una palmada en la espalda que me permita cerrar el tema de una forma fácil, pero la realidad es otra.

Creemos que hemos avanzado como sociedad, que hemos tomado el progreso como bandera, y sí, eso puede ser cierto; así como también puede serlo que cada quien tiene sus propios procesos a su ritmo. Eso no hace menos cierto que las conversaciones con nosotros mismos, bien sea como metáfora de la masturbación o como referencia a otros temas de autoconocimiento son una asignatura pendiente que tenemos como sociedad.

¿Cómo podemos mirar al otro si no podemos mirarnos ni tocarnos a nosotros mismos? El instinto no siempre podrá guiarnos. Ni salvarnos.


Photo by: kanonn ©

Hey you,
¿nos brindas un café?