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COP PARIS

Clima: el mejor acuerdo posible

Durante doce días estuvimos con el alma en vilo esperando una decisión de la cual dependían el futuro y también el presente nuestro y de nuestro planeta. La Cumbre del Clima que reunió en París a representantes de casi 200 países del mundo, concluyó con un acuerdo importante, no el mejor en absoluto, pero sin duda el mejor posible.

El acuerdo prevé un plan quinquenal para todos los 195 países que lo firmaron al fin de limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados y posiblemente de no superar los 1,5 grados. Todas las naciones deberán presentar sus planes para el recorte de las emisiones de gases, los cuales serán sometidos a revisión cada cinco años, y habrá un fondo de 100 mil millones de dólares para ayudar a los países en desarrollo.

Las dudas y perplejidades de los ambientalistas nacen de la imposibilidad de transformar en “obligación” las metas absolutas de emisiones de los países desarrollados, ya que el Presidente Barack Obama, a pesar de sus convicciones y su esfuerzo personal, tiene que lidiar con la mayoría republicana que controla ambas Cámaras. Por otro lado, aletea la inquietante pregunta: ¿los 100 mil millones de dólares que habrá que repartir entre los países en desarrollo, saldrán de esas mismas multinacionales que son la causa prima del calentamiento global?

Dudas y perplejidades legítimas pero que no pueden empañar una realidad: en París por primera vez se ha alcanzado un acuerdo mundial para la sobrevivencia del planeta.

Fueron días y noches de intenso trabajo, atormentados por diferencias que a veces parecieron insondables y contrastes que se tiñen de absurdo. Baste pensar en la paradoja de un país como Filipinas, uno de los más vulnerables al cambio climático, que sin embargo necesita con urgencia aumentar su suministro de electricidad para favorecer el crecimiento económico de la población.

Por un lado la estela de muertos y destrucción que dejan, en este archipiélago de 7mil islas, ciclones y tormentas tropicales, cada vez más intensos y frecuentes a causa del cambio climático, y por el otro una población que necesita salir de la miseria del subdesarrollo.

Ese equilibrio precario entre necesidades económicas y millones de vidas humanas que podrían desaparecer a causa de los desastres naturales, es lo que ha mantenido en vilo un acuerdo que, de no darse, hubiera condenado el planeta a una irreversible destrucción.

El anillo frágil del planeta son los países más pobres y sin embargo esos países son los que más necesitan de la energía para crecer.

En un mundo ideal la vida humana no debería ser mercancía para trueques, pero en el mundo real sabemos que las cosas son muy diferentes. Años y años de estudios han demostrado que los cambios climáticos son una realidad científicamente probada. Y son una realidad las consecuencias que sufrimos y que denuncian organizaciones de todo tipo. Desde la OMS (Organización Mundial de la Sanidad), que ha reflejado en sus estudios la relación entre el aumento de la mortalidad causada por los cambios de patrones de enfermedades y los fenómenos meteorológicos extremos, hasta la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) que ha mostrado el terrible impacto que tiene el calentamiento global en la agricultura y por lo tanto en la seguridad alimentaria del planeta, hasta la ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados), que alerta sobre la incidencia del clima en los desplazados tanto que se está analizando la posibilidad de crear la figura del refugiado climático. Es un coro de informes, debates, denuncias que se eleva de todas partes y que, sin embargo, muchas veces, se transforma en indistinto ruido frente a los gritos de los que detentan el poder económico y de los políticos que deben ofrecer respuestas a poblaciones que necesitan ampliar su desarrollo industrial.

En lo que se refiere a América Latina, conocemos muy bien las consecuencias que hasta el momento han sufrido prácticamente todos los países y en particular los del área del Caribe.

Semanas antes de la Cumbre de París, República Dominicana fue víctima de lluvias torrenciales que desencadenaron deslizamientos de tierra, destrozaron infraestructuras y dejaron un saldo de 11 personas muertas. Son devastadores los efectos que pueden tener el aumento de intensidad y frecuencia de los huracanes aunado al incremento del nivel del mar, las sequías extremas y el deshielo de los glaciares andinos. Pero, además de eso, la responsabilidad de América Latina con el mundo es muy grande ya que es la región con mayor biodiversidad. Posee las mayores reservas de agua dulce y Amazonia es el gran pulmón del planeta.

Sin embargo países como Nicaragua y Venezuela se han opuesto con fuerza al acuerdo de París. Lo que sorprende es que los movimientos de izquierda radical europeos que promueven muchas marchas ecologistas también apoyan a los gobiernos de estos países y prefieren mirar hacia otros lados al momento de juzgar decisiones que critican tenazmente en otros contextos. A demostración una vez más que las contradicciones y paradojas no tienen ni ideología ni, mucho menos, color político.


Photo Credits: COP PARIS

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