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El Caribe, el Águila Blanca y la Reina

En el panorama mundial, hay tres escenas que están preocupando a la humanidad: Trump como posible candidato presidencial, el Brexit y la crisis venezolana. Por disímiles que puedan parecer las tres, en realidad tienen un punto en común: El chovinismo.

De Nicolás Chauvin es quien deriva el nombre de esta corriente. Era un militar francés que sirvió en el Primer Ejército de la República Francesa, siendo herido 17 veces durante el servicio y devoto de Napoleón. A él le debemos esta corriente narcisista de exaltación ridícula y romántica de la nación propia.

Los venezolanos hemos sido predicadores de esta creencia desde hace tiempo, con esto de creer que nuestros paisajes son los más hermosos y todo un tema del que ya he hablado antes; pero en este año hay dos titanes que han caído bajo el hechizo de esta creencia.

El primero es Estados Unidos. Si bien es cierto que los estadounidenses jamás han sido los más discretos en cuanto al orgullo que sienten por su país – sobre todo los rednecks – en la política se ha traducido en la popularidad de Donald Trump para los siguientes comicios presidenciales. Make America great again es el slogan con el que ha vendido, durante su campaña, las ideas de exaltación nacional y control excesivo de los límites fronterizos. No sé si a Trump se le olvida que su familia realmente no es originaria de Estados Unidos, o si su plan de hacer a Estados Unidos grande otra vez incluya resarcir el legado de los ocupantes originarios del suelo, los indios americanos, que hoy cientos de inmigrantes y nacionales pisan; o si tenga evaluado las consecuencias que traerán los cambios económicos que él quiere hacer en un mundo que apunta hacia la globalización.

Los yanquis deberían mirarse en el espejo bretón, y las consecuencias que en pocos días ha desatado el Brexit, cuando el pueblo con solo manifestar una intención de desligarse de la Unión Europea – en una votación que ni siquiera es vinculante – ha ocasionado la mayor caída de la libra esterlina de la historia contemporánea.

Aparentemente, los británicos votaron movidos más por los sentimientos que por la razón. Reportes de Google indican que las búsquedas relacionadas con la decisión de abandonar el Reino Unido y sus consecuencias se dispararon horas después de conocer los resultados. ¿Eso no debió haber sucedido antes de poner las papeletas que marcaban leave en la urna?

Es una ironía que esto ocurra en el Reino Unido, el cual aún mantiene el Commonwealth como transformación evolutiva de su época imperial, un sistema que le permite a la Reina mantener cierto control sobre lugares remotos a Inglaterra – donde ella reside – como Australia; o con algunos con los que ni siquiera había lazos históricos, como Mozambique. Con todo esto, al 51.9 % de los votantes británicos les pareció que necesitaban separarse de la UE para poder retomar un poco de control sobre su territorio. No sé qué pensarán otros, pero toda esta situación me resulta bastante dicotómica.

Las consecuencias de votar con el corazón, con sentimientos de nacionalismo exagerado, ira, rabia o ceguera fatua son costosas. Creo que en política hay que darle un espacio al corazón, pero el equivalente al cuarto más pequeño en un pent-house de 2 pisos, no más.

La forma en que los promotores del irse de la UE y Trump dan a conocer sus ideas, me recuerda a la última campaña presidencial de Chávez. Después de 10 años de gobierno, invitaba a los electores a votar por amor a él. Así de llano. ¿Cuáles obras de gobierno iba a exhibir si todo lo expropiado a la empresa privada estaba arruinado o a medio trabajar? Tuvo 14 años para construir lo que él denominó la V República; pero insistía en que todos los problemas del país seguían siendo herencia de la IV. En el 2006 pedía que votasen “Por amor” y en el 2012 se autodenominó “Corazón del pueblo”…

Chauvin, como muchas otras personas, nos dejó un legado ridículo y bien dañino, pero él vivió en el siglo XVIII. Mi duda es: ¿Acaso en tres siglos no nos ha dado tiempo de desarrollar un cerebro para poder votar?

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