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amparo bohorquez
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Capitalismo, pero Rainbow

Se acabó Junio. A las 12 de la noche del último día del mes los arcoiris se retiran de los cruces de las avenidas, de las ventanas, de las redes sociales. Amanece el primero de Julio, como si nunca hubieran pasado las marchas y las discusiones, las pláticas, la visibilidad. Junio pronto se va a volver Junia, y usará peluca y pestañas postizas, sale el comentario en redes sociales, de un surrealismo tan puro que no cabe ni siquiera la indignación ante la intención ofensiva.

Un mes al año. Año con año, ¿qué nos deja junio?

El conflicto que combate el movimiento LGBTQ+ evoluciona. De la ilegalidad a la no penalización a la legalidad es un mundo, y aún incluso más difícil, un reticente tránsito a la tolerancia y finalmente la aceptación.

Pretender que es sólo una lucha social es ingenuo. Aislar cualquier problema humano a la psicología o antropología social no brinda el panorama completo. Los reflectores en los temas de la disidencia sexogenérica hacen que el análisis necesite ser psicológico, cultural, histórico, político, educativo, lingüístico. Económico.

La asimilación de la sociedad ante gays, lesbianas, bisexuales y personas transexuales o que se identifican con géneros no binarios abrió las puertas a su segmentación. Se volvieron pues, en un nuevo mercado.

Conforme las palabras orgullo y tolerancia significan más una fiesta que una lucha, grandes corporaciones las incorporan a su lenguaje en mensajes difusos de solidaridad. El postureo con tintes arcoiris puede hacerles perder a los más aguerridos homófobos o transfobos, pero incluso ese es un riesgo calculado para compensarse con nuevos clientes  o aliados de la comunidad, ansiosos por premiar la “buena acción”.

Dentro de marchas y eventos, los sponsors negocian su respaldo a través de fuertes cantidades, para después distribuir productos u ofrecer servicios con la total libertad que les brinda su apadrinamiento. Lentes, shampoo, cereales, condones…

Es Nueva York, 1969. Sylvia Rivera, una mujer transexual, se rebela contra el hostigamiento de la polícia a los asiduos del bar gay Greenwich Village en lo que terminaría con las manifestaciones de Stonewall.

Es Nueva York, 2019. En medio de la celebración por el terreno ganado, una mujer transexual interrumpe para recordar a los que aún no alcanza el privilegio, leyendo los obituarios de sus compañeras muertas. La intentan hacer callar por “arruinar la diversión”

Lo queer como fiesta, como mainstream, como ganancia, ¿cómo evitar extraviarnos en la embriaguez de la lucha -medio- ganada, al punto de perder de vista el objetivo?

Y cómo, ante todo, encontrar el equilibrio entre aceptar la aceptación y no perdernos en los intereses de aliados que una vez acabado el mes, no son más aliados.


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