Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

En busca de la patología en la educación

Una de las principales fuentes de estrés en los niños proviene de la escuela. Desde que ingresan al preescolar y en las escuelas particulares, los maestros se enfocan en la lecto-escritura y piden a sus alumnos que estén quietecitos y calladitos, “que se ven más bonitos”.

Sin embargo se puede aprender mejor en un ambiente relajado, sin tantas presiones.

Es bueno revisar grosso modo los objetivos de asistir al preescolar. Ellos son: despertar habilidades psicomotrices y facilitar la socialización.

Los niños que presentan algún problema de conducta o aprendizaje son diagnosticados con las patologías de moda: hiperactividad, déficit de atención, bipolares y a los introvertidos se les considera autistas. Es tanto el valor que se da a la falta de atención que a esos niños se les margina, incluso los llegan a tratar como si tuvieran una discapacidad. La mamá de Pepe labora como empleada doméstica, invierte una semana de su salario en comprar el medicamento para su hijo además de la consulta que le cobra el psiquiatra que la atiende. Finalmente descubrí donde estaba el problema de su conducta.

Por mi profesión de Psicóloga atiendo a niños con problemas escolares. Llegan con diagnósticos de patologías, los padres me muestran expedientes con todas las pruebas de diagnóstico, como si fueran estudios clínicos de laboratorio, y entre las recomendaciones está el de dirigirse a un neurólogo para que los medique.

Desde que el déficit de atención y la hiperactividad se pusieron de moda, diagnostican así a la mayoría de los niños, sin prestar atención a la visión psicosocial y analizar el entorno familiar en el que se desenvuelven. Tampoco analizan su constitución, la manera de alimentarse, de dormir y no se interesan por algo tan importante como son los conflictos familiares.

Los padres experimentan verdaderas tragedias en las que se culpan mutuamente por los problemas que diagnostican a los hijos; el niño carga con estigmas, rechazo, además se percibe a sí mismo como tonto por no cumplir las expectativas de la escuela y de sus padres. Es más fácil prescribir un fármaco, con el argumento que tiene una lesión neurológica, sin entender que, en la era de la tecnología, el déficit de atención es una condición de niños y adultos producto de tantos estímulos, del exceso de estrés de las grandes ciudades con sus problemas de tráfico, de la economía y de tanta inseguridad. El déficit de atención no es una patología por sí misma, es consecuencia de varios factores: los cerebros tan activos, los alimentos procesados, los conflictos familiares y la tecnología.

En mi consulta le pregunté a un niño que, de manera compulsiva, muerde sus uñas, si practican deportes en su escuela. Esta fue la respuesta: “No, no nos permiten, la maestra nos tiene castigados”.

La maestra quien no puede controlar a sus alumnos, un grupo de 46 niños, carente de pedagogía impuso el castigo: no pueden utilizar las canchas de la escuela, hasta que se porten bien. En lugar de fomentar el deporte y dejarlos que gasten energía, los mantiene quietos a la hora del recreo. Una maestra me comentó preocupada, en la secundaria donde imparte clases, que dos grupos están señalados por todos los maestros. Son los rebeldes, inquietos, majaderos, los que no aprenden.

Los maestros terminan agotados y, por más que se esfuerzan, no logran controlarlos. La escuela no cuenta con psicólogo, y a sus directivos ni se les ocurre pedir ayuda a la Secretaría de educación para que envíen a un profesional experto en el tema, que elabore un diagnóstico e implemente medidas que permitan a estos grupos avanzar a la par de los otros.

Programas van y vienen, grandes cifras se destinan a la educación, pero, desgraciadamente, se quedan en los salarios de una burocracia enorme y no llegan a donde deberían: a los educandos. No hay niños problema, el enemigo a vencer es la ignorancia, la tendencia a buscar patologías en los niños y a etiquetarlos como chivos expiatorios. Los estudiantes merecen un mejor panorama para su desarrollo físico, mental y afectivo, una visión holística que ayude a optimizar los procesos de aprendizaje.

Hey you,
¿nos brindas un café?