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Sergio Marentes
Photo Credits: Klesta ▲ ©

Blanco en un único punto negro

Si se nos preguntara si quisiéramos que el mundo fuera un lugar mejor, probablemente la respuesta sería afirmativa de inmediato, con sus respectivas versiones y con sus contradictores, además del porcentaje respetable que votaría por el no. Esto porque el mundo siempre puede mejorar y porque quizá no exista alguien que no tenga algo que dejar en el momento de irse para siempre. Es decir, según los últimos estudios realizados por una universidad para mí innombrable de algún lugar del mundo, todos los que dejan algo atrás se quedan en ello. Hay quienes dejan descendencia, por supuesto, varias generaciones, hasta con diferentes apellidos, y quienes dejan árboles sembrados sin importar si son frutales o no, productores de agua subterránea o predadores de ella, casa para los animales o paredes de ella. A todos ellos, es apenas natural, su instinto les dirá que algo habrá que hacer bien antes de irse porque ¿qué dirán las amistades?, o porque cada quién recibe lo que da, o porque no le hagas a otros aquello que no quieres que te hagan, o porque sí, o porque no. Y a nosotros, por nuestra parte, y aunque dejáramos ralea o selva detrás de nuestras huellas, nos corresponde la parte silenciosa de los libros. Se van acumulando uno tras otro, uno sobre otro, uno detrás del otro, un libro sobre la alacena, otro en un zapato, el que no quiere dejar de nivelar la mesa, el que adorna la mesa de centro, aquel que es una alcancía, el que sirve de memoria a largo plazo o ese que siempre está por venir hasta que, el día menos pensado, no nos cabe uno más en la cabeza. Y se preguntarán quienes no tienen el trabajo de los libros, ¿qué tiene que ver que un día a alguien se le llene la cabeza de libros y que no le quepa uno más? La respuesta es simple: es el día de nuestra muerte; es el día en que dejaremos el mundo lleno de libros.

Lo que nadie nos dice cuando llegamos a este mundo, en el estado en el que este esté, es que cuando se nos pregunta algo, lo que sea, siempre hay alguien, el mismo alguien detrás de esa pregunta, la que sea que nos corresponda: nosotros mismos, los que respondemos preguntas sin pensar lo suficiente.


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