Si hubiera que destacar los méritos de Bird Box, habría que empezar por el final, que cierra de manera interesante una alegoría implícita en la que el espectador, presa de la angustia que caracteriza al thriller desde las primeras secuencias, no tiene acaso tiempo de apreciar hasta que el filme termina.
No es mi intención develar ese final, por lo que me abstendré de comentar también la alegoría. Pero más allá de ella y de sus inquietantes derivaciones, no quedan muchos méritos que resaltar a pesar de las actuaciones – algo frustradas por el guión- de John Malkovich, siempre correcto, y de Sandra Bullock, correcta en ocasiones, aunque no demasiado convincente en su papel de madre renuente que termina por adoptar a la hija de una desconocida y de llevar a cabo una hazaña tan inverosímil como enervante, lo que es casi un mérito per sé, aunque no justifique del todo la inversión de varios millones de dólares ( Netflix no ofrece cifras fiables) que difícilmente se recobraría si no fuera por la penetración masiva del distribuidor/productor y por tocar la tecla del suicidio colectivo, ya explorada en otras películas de la temporada. Como nota al margen que no agrega a la calidad de la película, parte de su popularidad se debe a que muchos han probado el “Reto Bird Box”, que consiste en realizar toda clase de actividades – incluso el manejo de automóviles- con los ojos vendados.
La edición es ágil e inteligente, en la medida en que va entregando la trama por pasos y mantiene la atención sin pausas, pero los puntos de inflexión, que deberían marcar escalones dramáticos convincentes, no alteran de modo significativo la actitud ni la conducta de la protagonista, quien sale ilesa increíblemente de tantas amenazas como hace falta para llenar los 124 minutos de la producción.
Uno respira cuando comienzan a subir los créditos y cierra sin dolor ni reflexión la válvula de la atención cómplice del engaño consentido sin que nada lo haga vacilar.
Como si despertara de un sueño que no deja casi ningún enigma por resolver y ninguna pregunta que hacerse.
Pasa, eso sí, a formar parte de la larga e irregular lista de películas en las que Sandra Bullock figura en el cartel como heroína a medias, un poco villana a veces, pero comercial todavía a juicio de los productores.