MADRID: Ayer tembló Madrid. Yo estaba criticando la ceremonia de los Oscars y, sobre todo –a quién vamos a engañar-, los vestidos con una amiga por Whatsapp cuando pasó. De pronto, todo empezó a moverse. La silla en la que estaba sentada, las paredes, las mesas… Sonaban las cosas que se movían sobre los escritorios, sonaron también los platos y vasos tambalearse dentro de el mueble de Ikea de la cocina -por cierto debo reconocer que es verdaderamente sorprendente que dicho mueble siga en pie, esperaba bastante menos de su estabilidad-. No fue muy largo. Habrá durado un segundo, dos a lo sumo (y ya sería darle mucho tiempo al temblor). Entonces puse en pausa el momento Anna Wintour con mi amiga y le escribí “tía, acaba de temblar mi casa” y su respuesta, teniendo en cuenta que es más extraño que tiemble a que nieve en Madrid, fue la siguiente: “habrá sido un autobús al pasar por tu calle”.
Por aquel entonces no había noticia del terremoto en Albacete por el que había temblado en Madrid, pero aquello no podía ser un autobús. Quiero decir, cuando pasa un autobús por mi calle las ventanas de mi casa vibran tanto que parece que en cualquier momento van a caerse, pero hasta ahí. La casa no tiembla entera. Entonces pensé en la obra que están haciendo los vecinos de arriba y pensé en que entre tanto martillazo se les habría ido uno –o varios– a algún muro de carga y que en cualquier momento se nos venía el edificio abajo. Pero este pensamiento duró poco en mi cabeza, porque enseguida empezaron a llegar mensajes a todos los grupos de Whatsapp avisando de que había temblado en distintas zonas de Madrid. La cosa estaba clara ya, la tierra se había movido.
Entonces, me di cuenta. Mi casa había temblado y yo había sido perfectamente consciente de aquello y no había hecho nada, ni el mínimo intento de ponerme a salvo. Habiendo nacido y vivido mi infancia en Caracas tengo ciertas nociones de lo que hay que hacer en esos casos, pero yo vi pasar el temblor como quien ve pasar el tiempo y solo pensaba en que si el techo y los dos pisos que tengo sobre el mío, con mobiliario incluido, caen sobre mi aquí va a dar igual si me meto debajo de una silla, si me protejo en el marco de una puerta o si sigo la técnica del triángulo de la vida. Pero, por encima de todo, pensaba que había mil formas de que este o cualquier otro edificio viejo de Madrid se cayese antes de que lo hiciera por un temblor. Como, por ejemplo, que alguien en una obra tirase un muro de carga.
En general no sé que tal iremos en lo relacionado con el mantenimiento del edificio per se, pero, de primeras, los propietarios no llevan muy bien eso de mantener sus pisos. Y ya no es que no lo lleven bien, es que si se lo pueden ahorrar mejor todavía. Por poner un ejemplo: hace dos meses, cuando cerraba la ventana del salón la mitad del cristal se cayó hacia la calle (afortunadamente no hubo que lamentar víctimas por el incidente) porque la madera de las ventanas, que probablemente esté datada a.C., está completamente dañada, no sostiene los cristales y el señor propietario no tiene previsión de cambiarla.
Hace casi un año que Él y yo nos mudamos aquí. Cuando entramos todo estaba recién pintado: paredes, puertas, marcos de las ventanas, enchufes, interruptores de la luz, rodapiés, alguna gota de pintura en el suelo… Todo estaba recién pintado. Eso sí, muy low-cost con una pintura que soltaba polvo y que como se te ocurriera rozarla te dejaba un bonito recuerdo en forma de mancha. La cuestión es que entre el polvo de la pintura de bajo coste y el color que no nos gustaba, decidimos pintar de blanco, con una buena pintura, toda la casa y ahí empezaron los problemas. Al pasar el rodillo el magnífico gotelé -gran invento de la humanidad- de algunas zonas empezaba a abombarse y descubrimos que había algunas zonas como “reparadas” con un tipo de gotelé algo distinto al general de toda la casa.
Con el tiempo, aquellos pequeños reductos de aire entre las paredes y el gotelé empezaron a agrietarse. Lo peor llegó con el invierno. Con el frío llegó la humedad y con la humedad llegaron muchas más protuberancias de gotelé en las paredes que poco a poco también se iban agrietando. Finalmente las grietas pasaron a ser zonas desconchadas y como consecuencia esperamos la visita de un buen señor albañil que venga a arreglar las paredes. Cabe señalar, que el buen señor albañil es el mismo que se encargó de pintar las paredes antes de mudarnos y que cuando avisamos durante el primer mes de las burbujas de gotelé vino acompañando al casero y mencionó que él ya lo había avisado, pero que el propietario le había dicho que lo dejase así y pintase encima.
Ayer tembló Madrid, pero yo lo que necesito es un curso de qué hay que hacer si se te cae la casa por mal mantenimiento del casero y varios simulacros, porque es bastante más probable que eso pase antes de que Madrid vuelva a temblar.