“¡Cuenta, sobre todo no dejes de contarlo. Que no seamos los olvidados de la Historia!”, son las últimas palabras que pronunció Fanny Senot a su hermana Esther antes de expirar el último aliento en abril de 1944. Esther Senot, de 91 años ha cumplido su palabra, en ningún momento ha dejado de contarle a todo el mundo lo que ella y su hermana padecieron en el campo de Auschwitz-Birkenau. Como las hermanas Senot, Hannah Szenes, también era húngara judía y fue entrenada por el Ejercito Británico para lanzarse en paracaídas sobre Yugoslavia y salvar a los judíos de Hungría, quienes estaban a punto de ser deportados al campo de concentración de Auschwitz. Detenida en la frontera húngara, encarcelada y torturada, muere en 1944 a los 23 años. Como Ana Frank, también ella tenía diario el cual fue publicado en hebreo en 1946. A sus 95 años, Ginette Kolinka, se decidió así mismo a contarlo todo en su libro, con más de 100 mil ejemplares vendidos, “Regreso a Birkenau”, (Seix Barral). En 1943, como miembro de la Resistencia francesa, junto con otras 230 presas, Kolinka fue la primera deportada a Auschwitz. En su libro cuenta todos los horrores que sufrió en manos de los nazis y la gran deshumanización de las que fueron víctimas muchas madres judías, arrancadas de los brazos de sus hijos y a las que llegando al campo, de inmediato las llevaban a las cámaras de gas, al considerarlas como generadoras de la raza judía. Sin duda los de la SS, eran más duros con las mujeres que con los hombres, ellas, eran invisibles, no contaban, ni mucho menos. Kolinka sobrevivió gracias a su enorme voluntad, “si sobrevivo, contaré todo”, se decía todas las noche. Kolinka quien no se considera sentimental, narra en su libro, cómo prefería guardar el cadáver de una víctima, muy cerca de ella: “Lo conservo como oro en paño. Pienso que algún día abrirán la puerta y nos darán de comer. Y entonces les diré: “No, mi amiga está dormida, denme su parte. A lo que llega una. En lo que se convierte una”. Kolinka coincidió en el campo de Auschwitz con la ex ministra de salud, Simone Veil y la cineasta francesa, Marceline Loridan-Ivens. Además de haber viajado en el mismo convoy, procuraban apoyarse mutuamente.
Existen muchas autobiografías de mujeres sobre su experiencia en el Holocasto. “El diario íntimo ha sido un terreno tradicionalmente femenino, por lo que es natural que haya más testimonios de esa naturaleza que en el caso de los hombres”, dice la historiadora Agnes Grunwald-Spier, autora de Women’s Experiences in the Holocaust in Their Own Words, inédito en español. (El País). Algo muy semejantes afirma Healther Dune Macadam, autora de Las 999 mujeres de Auschwitz.(Roca Editorial). El 25 de marzo de 1942, cientos de mujeres muy jóvenes se subieron a un tren, ignorando que su destino era Auschwitz. “Era un tren de 999 chicas solteras, vendido a la Alemania nazi por una dote de 500 Reich Marks, el equivalente a 200 euros”. Muchas de ellas murieron en las cámaras de gas, sin poder contarle a todo el mundo, el exterminio de los judío, tema que se queda fuera de todo entendimiento y de toda percepción como decía Elie Wiesel, premio Nobel de la paz: “Lo que hemos vivido nadie lo conocerá, nadie lo comprenderá”.
Recientemente se conmemoraron 75 años de la liberación del campo de exterminio nazi alemán de Auschwitz. Simone Veil, ex ministra de salud, símbolo del feminismo y quien permitiera la despenalización del aborto en Francia, fue sobreviviente del Holocausto. En una de sus tantas entrevistas, sostuvo que ser mujer fue su mejor fortuna. Al llegar al campo a los 16 años una compañera suya le roció el pelo y el cuerpo con un perfume francés, quería terminárselo antes de que los nazis se quedaran con él. Lo que nunca se imagino Simone Veil, es que la Kapo que ejercía su trabajo con crueldad antes de mandar a sus víctimas a la cámara de gas, era una prostituta polaca. A Stenia le gustó el aroma del perfume, se apiadó de ella y le buscó junto con su hermana y su madre, un lugar para evitarles las duchas de gas. Quien no la consideró fue la Kapo que le tatuó su brazo con el número 78651, sin embargo no la rapó. Un año y medio después, gracias a la liberación de los rusos de Auschwitz, Simone, pesaba 32 kilos y parecía una mujer de 40 años. Nunca perdonó a los nazis. “No es a mí a perdonar, cuando se trata de seis millones de judíos exterminados”.
P.D. “La Ley”, se llama la película que trata de la vida de Simone Veil. Si pueden, no dejen de verla.