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Asesinos silenciosos: metales pesados

Recuerdo que mi profesora de química de bachillerato me decía “Esto es química, aquello es química. Todo es química. Nosotros somos química”.

Así como el cuerpo humano necesita de químicos esenciales como el hierro, zinc, oxígeno y agua; hay otros que por el contrario no nos hacen nada bien y los tenemos justo en frente de nosotros: en nuestros vasos de agua, en nuestros vegetales y hasta en las proteínas de origen animal. 

Después del fallecimiento por cáncer de muchas personas a mí alrededor, me puse a pensar que era imposible que tanta gente estuviese padeciendo de esta enfermedad y que las respuestas sean las siguientes: “es hereditario”, “es por la edad” o simplemente “mala suerte”. Para mí no tiene ningún sentido que gente tan joven y sana esté muriendo de esa enfermedad y que solo se le pueda atribuir a esas tres razones. Hay algo más allá que está pasando, que no estamos viendo, que los médicos no nos dicen y tiene que ver precisamente con la química. 

Vengo de Venezuela, un país petrolero donde la cantidad de pozos son tan numerosos como los derrames en ríos y mares. Hay muy poca supervisión e interés en que la extracción del petróleo tenga el menor impacto posible en el medio ambiente. Recién me mudé a Lima, una ciudad de casi 10 millones de personas y rodeada de una actividad minera, legal e ilegal, que impregna los ríos y las tierras peruanas de químicos nocivos para la salud, entre ellos arsénico, mercurio y cadmio. 

Resultado: la cantidad de personas con cáncer ha aumentado de manera veloz en los últimos años, así como el padecimiento de enfermedades respiratorias, estomacales e incluso enfermedades degenerativas. 

Recientemente asistí a una reunión con un ingeniero químico que analizó los niveles de metales pesados provenientes de muestras de niños de 1-4 años en Lima. Los resultados fueron catastróficos. Los niveles de cadmio ascendían en un 300% de los niveles normales que una persona puede tener. ¿Qué significa esto? Los efectos de este metal afecta el funcionamiento de los riñones, la desmineralización de los huesos y aumenta los riesgos de cáncer de pulmón, solo por nombrar algunos.  

Poniendo otro ejemplo, hasta hace varios años la gasolina contenía un elevado porcentaje de plomo, el cual era expulsado al aire y era (es) aspirado por todos nosotros. Las consecuencias de los altos niveles de plomo en el cuerpo generan daños directos en el corazón, cerebro, huesos, sistema reproductivo y sistema inmunológico. 

Eso empieza a explicar algunas cosas. 

El hecho de que nos hemos estado envenenando toda la vida y de no saber cómo limpiar nuestro organismo genera un gran problema para la salud mundial. Ya no es sólo un tema del medio ambiente, es un tema de nuestra salud. 

Hemos estado acumulando estos químicos tan nocivos en nuestros estómagos, riñones, corazón e incluso nuestro cerebro. Con esto no quiero decir que sea la única razón para justificar estas enfermedades. Existen muchas más. Sin embargo, esta visión, que hasta cierto punto contradice un poco la medicina tradicional parece estar dando algunas respuestas que algunos médicos no han sabido dar hasta ahora. 

Ni siquiera el hecho de comer sano nos salva de esto ya que existe alta cantidad de químicos (sin agregar los fertilizantes) en las tierras donde crecen los vegetales, en las aguas con la que alimentan a los animales y en el agua con la que riegan los granos. 

Una solución al problema es intentar consumir la mayor cantidad de productos orgánicos que se pueda (y que el bolsillo permita), disminuir la cantidad de productos procesados y con químicos agregados, aumentar el consumo de agua mineral ya que esta contiene magnesio y zinc importantes para limpiar el organismo de los metales nocivos.  

“La salud es la riqueza verdadera y no piezas de oro y plata” Mahatma Gandhi

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