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Photo by: Regan Vercruysse ©
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Arte y vida

Federico Fellini dijo alguna vez que quería filmar el Discurso del método de Descartes. El cineasta no alcanzó a cumplir ese proyecto. Pero nosotros no podemos dejar de preguntarnos: ¿cómo lo filmaría? Una de las posibles películas sobre el libro sería filmarlo como una biografía científica del filósofo: narrar a través de las indicaciones sobre el método, la pasión y la obsesión por las reglas, narrar el lugar privilegiado y definitorio que tenían esas reglas en la vida de Descartes. En suma, narrar la escena de un hombre frente a la estufa y mediante flashbacks breves y brillantes recortar los sucesos intelectuales de una vida fragmentaria. ¿Esa película hipotética le haría justicia a la vida del francés? El sueño incumplido de Fellini muestra que la narración de una vida es menos una certeza que una utopía.

Aunque Borges no fue el filósofo que quieren algunos –fue más bien un impostor–hacia 1960, escribió ese texto excepcional llamado Borges y yo. Como antes lo había hecho su admirado David Hume, Borges cuestionó la simplicidad de la identidad personal. Hume había escrito que el yo es un haz de percepciones. El yo no es una esencia compacta sino el prólogo a una discusión interminable. Y Borges describió en el relato, de modo vacilante y narrativo, los avatares de su identidad personal en relación con los libros y con su vida. Borges nos dice, entonces, que el yo no es asequible como una manta entre las sábanas sino que desaparece o puede desaparecer como el agua en la mano.

Lo que quiero decir es que contar una vida en una novela o pintar una autobiografía, acarrea problemas metafísicos. En primer lugar, debemos recordar que hay algo que se llama “yo” y que ese algo es menos una esencia que una paradoja. Y, en segundo lugar, debemos preguntar si ese “yo” puede albergar los diversos senderos de la vida, si la identidad personal puede ser expresada a través de una novela o de una pintura.

Este es el problema que me ocupa: la relación entre el yo y la expresión de la vida, entre el arte y la biografía. ¿Puede un artista pintar cándidamente su vida?

Una respuesta posible es decir que sí, o sea, decir que un pintor puede contar en una pintura los esbozos o la secuencia de su vida. Pero debemos agregar a esta respuesta temprana que un pintor no está obligado a pintar su cara, su cuerpo o su alma (¿cuál sería la forma plástica del alma?) para pintar esas escenas. No es un logro menor pintar las instantáneas sin incurrir necesariamente en el autorretrato. Un artista puede lanzar en la tela una serie confusa y desordenada de materia y esbozar escenas irreales para contar su vida. ¿La serie caótica de manchas o colores diagrama una vida? La respuesta más sensata es negativa. La vida y sus meandros infinitos no caben en una tela ni en una sinfonía ni en los metros largos de un poema épico. Entonces, la biografía en el arte se parece a la utopía: es más una aspiración que un logro.


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