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Arte y verdades en Londres

Si aceptamos que, a través de la historia, una de las necesidades motoras del arte  tiene que ver con la búsqueda de la verdad, que eso es lo que motiva incluso los gestos más geométricos y abstractos de la modernidad, podemos decir que el camino más corto es cuando la obra se siembra en el retrato de la realidad, documentándola. Llegar a conmover al que se acerca a la obra de arte contemporáneo así concebida, es casi una garantía, siempre y cuando el que mira se haya leído el cartelito que explica por qué el artista hizo esto o aquello. Muestra de debilidad del arte que necesita de explicaciones para llegar a destino… aunque después de leer el cartelito, es verdad que se puede llegar a emprender un recorrido que llega directo al corazón. Las verdades son muchas.

La cantidad de denuncia en el arte contemporáneo se ha vuelto más que una advertencia, un gemido, un lamento, aun más, un grito de dolor. Me refiero a la cantidad de tristeza que viste. Unos más literales y colectivos o históricos que otros más personales o ensimismados, el dolor y el terror es común a todos, tal vez porque en eso estamos también, los mortales todos que transitamos el mundo en estos días. 

En The Photographers Gallery se muestran los ganadores del Deutsche Börse Photography Foundation Prize, 2016: Tobías Zielony, que pocos saben quién es, muestra la desgarrada injusticia que padecen los emigrantes africanos en Europa. El artista invierte el sentido de la noticia y fotografía en Europa para publicar en medios africanos. Laura El-Tantawy por su parte, muestra el dolor de la revolución de Egipto en vivo, en medio de la enardecida protesta incendiaria, las lágrimas que no perdonan, la penumbra del que se esconde, el desgarramiento por el descalabro que es la confrontación con las fotos que, paralelas, muestran un pasado de columpios y sonrisas, paseos en camello de domingo, mamá y papá en el jardín. Erik Kessels expone la restauración del carro que su papá no llegó a terminar, liquidado en vida por un infarto que lo dejó sin poder tampoco terminar de resolver los asuntos pendientes, los no dichos, las quejas y los afectos, Kessel se esgrime en el dolor de su unfinished father. Y Trevor Paglen explora los territorios de vigilancia masiva, recolección de data, drones en el cielo, el ejercicio del poder que no vemos y que nos deja sin poder.

¿Quién conoce a estos artistas, salvo los especialistas? ¿Cuántos artistas hay en el mundo? ¿Cuántos logran que otros vean sus obras? Según un estudio de Le Figaro, 1 de cada 3 franceses quiere ser escritor, 32% de la población, millón y medio de personas aproximadamente que incluso lo intentan. Su tema, hablar de sí mismos. Pero en los tres pisos de esta exposición de los Börse, no habían mas de 30 personas, de una media de edad de 30 años, dispuestas a encarar la mortificación del presente que vivimos en el Photographers Gallery, tal vez porque jóvenes todos, cuentan con una cantidad de futuro que les otorga la valentía necesaria para interesarse en una exposición como esa. Pareciera que hay mas artistas que gente interesada en ellos. ¿Será porque mientras los artistas se esfuerzan por acercarse a la verdad, son muchos los espectadores o consumidores, que prefieren enterrar la cabeza como el avestruz?

Esa búsqueda de la verdad, también es necesidad de actores y directores, escritores, cineastas y coreógrafos… El arte se une, es uno solo, en eso de la verdad y ha sido así desde siempre. Por eso después de 100 años, se descubren obras a las que se les hace justicia al pasar del tiempo, haciendo honor a la verdad, muchos años después, mucho trabajo después, después de la muerte del artista. Es el caso de Hilma af Klimt, la sueca que antecede con sus abstracciones explicativas del mundo a las primeras pinturas no figurativas de Delauney y Kandinsky, Malevich y Mondrian. Una mujer que quiso explicar lo que nos justifica por dentro y por fuera, a consciencia de que esa comprensión suya no era fácil de entender. Por eso decidió no mostrar nada antes de veinte años después de su muerte. Sobrecogedora feminidad, de racionalidad hecha de dulzuras a pesar de los horrores. Una majestuosa revelación en la Serpentine Gallery de Londres, que arroba las palabras, ¡maravillosa af Klint! 

Mientras, En el Royal Academy, la exhibición de los jardines de tiempos de Monet es de visita multitudinaria. A los avestruces les gustan los jardines, sin que por ello quiera yo desdecir la majestuosa belleza de esa exposición.

In the Age of Giorgione, en el segundo piso, exhibe con delicada escogencia, obras de los venecianos contemporáneos a Giorgione, pintor que se esgrime según la curaduría de la muestra, como origen de lo que terminó por cambiar el modo de pintar y de relacionarse con el objeto o sujetos pintados, a partir de las manos que expresan el carácter, la novedad del retrato que busca revelar el estado de ánimo del modelo y no sólo parecerse, el paisaje que deja de ser fondo para ser tema y se relaciona con los personajes… la elevación del retratado a personaje mitológico o el derecho a pintar a cualquiera, la belleza anónima del retrato de mujer joven o retrato de soldado legitimados… sin embargo, son pocos los cuadros de Giorgione… ¿y quién había oído hablar de Giorgione?

La media de edad de los asistentes en el RA ronda los 70 años. Muchas amigas de cabello blanco y cashimir, que comentan animadamente, en el mas acotado tono inglés sin exaltaciones. Amigos también que hablan emocionados, detenidos frente a cada cuadro. Parejas que se ayudan en las escaleras, después de tantos años de amor, ahora bastón, ¿qué dijiste?, que quiero un pudín de zanahoria, a la hora del te en el café de sillas mullidas, con galletas y demás delicias dulces, con el derecho al azúcar que otorga la vejez, que se parece a la niñez. Algún esposo cerca de los 90 años, va por el te y se devuelve una y otra vez obligado por el olvido. La conversación sucede acolchada a pesar de que todos hablan, no hay estruendo. Las mesas se comparten y puedo escuchar que comentan acerca del cuadro que más les impresionó y por qué; que les encantó venir o que esperaban más y están un poco decepcionados de tal o cual pintor. Me enternece presenciar esos amores que se sostienen y que los sostienen a través de los años. Amor que ha superado hijos y nietos, precariedades y bonanzas, en mucho mayor número de los que se ven normalmente en cualquier lugar público. Cuando ya no queda tiempo para mortificarse con los días que mal corren, la tercera edad se la pasa bien en Londres.

En tiempos en que una mancha sobre la acera nos hace pensar en sangre antes de sospechar la fresa y el chocolate del helado derramado. Somos afortunados, como dice mi amiga Emilia Sunyer, otra artista buena que sólo algunos conocen, los que nos levantamos en la mañana con ganas de pintar o de escribir… de decir, de entender, de contar… Porque el arte cura… toda vez que nos acerca a las verdades que nos mantienen despiertos.

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