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Guadalupe Loaeza

Ángeles

Para Juan Becerra.

¿Qué tanto habrá hecho Ángeles Aguilar Zinser, de niña, con su tiempo libre? Tal vez le gustaba pasearse, con sus hermanos, por los Viveros de Coyoacán, el que donara en 1901 su abuelo, Miguel Ángel de Quevedo. A lo mejor le gustaba pintarlo, como también era conocido don Miguel Ángel, como el «Apóstol del árbol», rodeado por muchos árboles de todos colores. O bien, jugaba con todas sus primas y hermanos: Carmen, Tere, Laura, Valente, Adolfo, Alonso, Gonzalo y Luz Emilia, en el jardín de su casa de Coyoacán. De adolescente, imaginamos, que en su tiempo libre, adoraba platicar con su padre y preguntarle sobre sus casos más difíciles de personajes como el general Mariles. Nos preguntamos si entonces Ángeles ya fumaba a escondidas de su madre, doña Carmen, y de las monjas del Colegio Asunción. Era tan creativa e imaginativa, que entonces ha de haber nutrido muy bien su tiempo libre. Además, Ángeles era muy osada, no le tenía miedo a nadie ni a nada. Ya mayorcita, formadita y muy pizpireta, llamaba muchísimo la atención. En el año de 1964, le encantaba rejonear, y cuando El Cordobés vino a México a lidiar varias corridas, en una de ellas Ángeles partió plaza, montando a un caballo lusitano, espléndido, llevándose los aplausos del público. De allí que su familia siempre le decía que a donde fuera «partía plaza». Es verdad, tenía tal personalidad y era tan pero tan simpática, que en todas las reuniones, partía plaza. Nada más abría la boca y partía plaza. Cuando iba al mercado de Tepoztlán, partía plaza.

Andando el tiempo, y siempre durante su tiempo libre, Ángeles conoció a su marido y padre de sus dos hijos, Manuel Becerra Acosta, y se casó en 1971. En uno de sus tantos viajes, en diciembre de 1978, mientras paseaban en Londres, de pronto Ángeles se paró en una esquina y compró un ejemplar de la revista Time Out y le propuso a su marido, fundador y director del Unomásuno, incluir en el diario una publicación similar en la que incluyera la cartelera completa de la Ciudad de México. «Tenme confianza, será todo un éxito». Becerra Acosta estuvo de acuerdo, y fue así que se editó Tiempo Libre. El primer número salió en 1980, como suplemento del diario y durante dos años se publicó de manera quincenal. Fue tal el éxito, especialmente respecto a la publicidad que en 1982 salía cada jueves, durante 38 años. En esa época, Ángeles ya no tenía tanto tiempo libre por estarse ocupando de su revista del mismo nombre. Cómo trabajaba, iba y venía por toda la República, vendiendo publicidad y discutiendo la venta de la portada y de los forros, que tenían que apartarse desde un año antes. Llegó a ser tan próspera la publicación, que con sus ingresos se pagaba la nómina del Unomásuno. A partir de 1988, la revista se independiza del periódico y se vuelve totalmente propiedad de Ángeles. Para esa fecha, el tiraje ya era, semanalmente, de 50 mil ejemplares. Como su dueña, la publicación «partía plaza», entre todos los diarios mexicanos, todos querían que apareciera la revista, como un encarte, entre sus páginas. En los noventa, sin duda, los más contentos eran los 105 mil lectores, quienes, semana a semana, leían a lo largo de 120 páginas y sabían a qué película ir, qué museo, qué restaurante, qué galería, qué exposición, a qué lugar llevar a los niños, qué obra de teatro, y qué danza disfrutar. Además, los adeptos a Tiempo Libre leían artículos de intelectuales, escritores y artistas. Tenía 48 mil suscriptores que estaban divididos a lo largo del territorio de las hoy alcaldías de la capital. Se vendía en los puestos y locales de Av. de las Palmas así como en Ciudad Universitaria y la zona conurbada. Hay que decir que entonces, Tiempo libre fue el primer medio de comunicación en México, y durante muchos años el único, en tener una sección dedicada a la comunidad de la diversidad sexual en la que, además de la cartelera, daba a conocer todo tipo de servicios y asesorías. Y todo esto lo logró Ángeles, porque creía en ella, porque tenía una inteligencia fosforescente y porque sabía que el tiempo libre era fundamental en la vida de cada ser humano.

Como bien escribió el embajador José Luis Martínez en su Facebook: «Descanse en paz, querida Ángeles, entrañable amiga, lúcida, alegre, intensa, solidaria, llena de un sentido del humor muy particular».
Nunca como ahora, nuestra amiga Ángeles está rodeada de millones de ángeles y disfrutando de un eterno tiempo libre… nada más para ella solita…

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