Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Paulo neo
Photo by: See-ming Lee ©

Aguafuerte nerviosa

Hoy ya no envidian nuestra suerte de escritores viajeros,
saben que andamos buscando desesperadamente temas por todas partes.
Enrique Vila-Matas

Se pregunta Vila-Matas en el libro Desde la ciudad nerviosa, por qué es tan fea la plaza de Cataluña. Y cuenta, en el prólogo del mismo, que el nombre es una pequeña cita del argentino Roberto Arlt.

Entonces, allí tenemos a Vila-Matas parafraseando al célebre autor de las Aguafuertes porteñas. Y aquí me tienen Uds. a mí, parafraseando al célebre autor de Historia abreviada de la literatura portátil, Suicidios ejemplares y París no se acaba nunca. Cómodamente instalado en una mesa del Bar Argentino, frente a la Plaza Centenario de la serena ciudad de Villa María. Intentando lograr una especie de Aguafuerte Cordobesa, o acaso una Crónica de la ciudad reposada. O algo que se le parezca, en última instancia. Algo que no lo deje a uno tan en ridículo, tan en evidencia.

Y claro que es feriado y uno ha bebido un poco de vino y comido abundantemente y las mesas contiguas se vacían y se vuelven a llenar y la moza amaga con traerle la cuenta cada vez que uno pregunta alguna cosa o pide otro café, ya se sabe. Mientras tanto, uno sigue llevándose la copa a los labios y avanzando en la lectura y también en los pensamientos propios, esa pésima costumbre, quién lo duda.

Se empeña uno en buscar el nexo indicado. Sin encontrarlo, como tan fácilmente creía, al empezar. Se sabe que es imprescindible esa compleja argamasa que articule todo el universo caótico de ciudades y palabras, de bebidas y climas, de lecturas y vivencias. Y tarda en encontrarlo, por supuesto.

Es entonces, queridos lectores, que aparece el aliado invencible: la verdadera historia que uno ha querido contar desde el principio, sin atreverse. Por fortuna, el ejercicio enseña que es necesario todo ese prolegómeno anterior, toda esa justificación débil pero indispensable, ese refuerzo en la voz de otros más duchos, más acertados. Y es que sin eso, ni hay historia, ni aguafuerte, ni crónica ficticia, ni nada de nada, mal que pese.

Pero volvamos al asunto: cierto amigo solía referirse públicamente, al hablar de mi ciudad natal, como “la más fea del país”. Es justo reconocerlo: hay mucho de cierto en sus dichos. Ahora bien, que con el paso del tiempo, afortunadamente, uno se da cuenta de ciertas cosas. Y es que debo decir, para completar el cuadro, que aquella ciudad horrible y decadente en muchos aspectos, tiene su lado amable: le falta eso que llamamos “nervio”. Esa urgencia de no se sabe bien qué, pero que siempre poseen los grandes centros neurálgicos.

Y no es que la cosa sea tan mala, no vayan a creer. Que se lo digan al Roberto Arlt de las Aguafuertes porteñas o al Vila-Matas que Desde la ciudad nerviosa parece mirarme desde el escritorio.

En fin, que todo lo anterior ha servido solo para preguntarme por qué son tan feas las ciudades nerviosas. Y les juro, que me parece escuchar la voz de los célebres maestros susurrarme al oído: Ahí tienes una crónica.

Ya me dirán si resulta.


Photo by: See-ming Lee ©

Hey you,
¿nos brindas un café?