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Terapia para un monstruo

Pálpate, lacérate, enfrenta la asfixia, sé fiel al desarraigo que eres, llévate por delante los fluidos, las señales, los hábitos, deja palabras en la calle, no le tengas miedo a la estela, insiste en la rabia y en el apetito, maldice el perfume cuando haga falta, dispersa tu sudor en los árboles, déjate ver en el agua, en las paredes, en las encías, hazle caso a la sombra y quiébrate, sé compasivo con tu propia noche, obsesiónate con los triángulos y salte, salte, habla de frente con tu demonio, sé consecuente con el fuego que emanas, procura la claridad y sálvate, aplaza el vidrio, los tejidos, las piedras, pon tus venas ante la agresividad del espejo, escucha tus vibraciones y sangra lo necesario, cuídate, protege tus comisuras, despilfarra tu saliva, castígate y culpa al colchón que vio tus malos pasos, consíguete, castígate otra vez, reconstrúyete y tiende tu piel en las ventanas, que tu cuerpo sea honesto y se malgaste, contágiate, extirpa, sentencia, arrodíllate, olvida, adviértele al veneno que no vienes solo, gotea, muestra tus manchas, altera los mecanismos de la calma, grítale, pásale por encima, redúcela a trampa y espera, espera, mírate en las culebras, en las hojas vacías, en los calores que se traspasan, sujétate a los sentidos (pero solo lo suficiente), dibújate, enardécete, escribe sobre los techos, secuestra la luz, múdate al patio, al horno, a la silla ajena, escapa con prudencia, ama si te lo prohíben, abre los brazos hasta que se vuelva histeria, festeja, lame, escupe, ahórcate para que te vean tranquilo, disfrázate de alarma, de número, de crimen, ofréndate al peligro y sé leal a los instintos, que todo te perturbe, que todo te aligere y sánate.

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