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Panel sobre crónica en el Festival de la Palabra, Puerto Rico

SAN JUAN: La directora del Departamento de Español de la Universidad del Turabo (Puerto Rico), Beatriz Cruz Sotomayor, nos pasó a buscar en un auto por el hotel. Recorrimos la autopista que une San Juan con Caguas y rápidamente accedimos al Museo de la Universidad. El evento era una mesa panel sobre crónica en el marco del Festival de la Palabra, de Puerto Rico. En la entrada del anfiteatro había una mesa con libros. Al lado, reposaba Elizardo Martínez, titular de Ediciones Callejón. En un instante, Elizardo me contó que conocía a la familia Santucho. Por eso sabía dónde estaba Tucumán. La hermana de Roby Santucho había vivido en los ochenta en Cuba y ahí la había conocido. Pensé en el rostro de Roby Santucho y en las balas que habían atravesado su cuerpo y en las muchas vidas que se llevaron la cruenta guerrilla tucumana y la atroz dictadura en Argentina. El rostro rubicundo del editor me trajo de nuevo a la mañana boricua. Las autoridades nos invitaron a pasar a una sala, para atenuar la espera.

A la hora señalada, fuimos al Anfiteatro Argentina Hills del Museo y Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad del Turabo. Era una marea humana: estaba colmado. En la pared de fondo brillaba el flyer proyectado por un cañón: una bandera sobre la crónica.

La Dra. Luz Nereida Lebrón hizo la presentación formal de cada uno de los participantes. Estaba presente el plantel de profesores de la universidad y el Dr. Dennis Alicea, rector de la Universidad del Turabo.

En primer término la escritora española Esther Bendahan se refirió al valor del testimonio en el marco de la crónica. El escritor residente Edgardo Rodríguez Juliá dijo que la crónica es literatura en zapatillas, ya que el género le permite al escritor caminar más liviano por el terreno de la escritura literaria. Luego fue mi turno. Al final, la periodista Ana Teresa Toro analizó el lugar del género en el periodismo contemporáneo. Se abrió el diálogo y Rodríguez Juliá reaccionó a lo que había dicho la escritora española sobre el valor de las redes sociales como formas de testimonio inmediato. Rodríguez Juliá habló del falso lugar de Facebook como testigo de la realidad y criticó el abuso de la exposición sensiblera en el orbe digital. La escritora española matizó su posición frente a la idea de testimonio y la periodista Toro se refirió a la importancia ética de la crónica ante los asesinatos de periodistas en México. Luego Edgardo Rodríguez Juliá levantó el libro Ciudades escritas (Ed. Eduvim, 2015) y lo recomendó. Dijo que le había fascinado. En un alarde pedagógico, exhortó al auditorio a comprar el libro.

Antes de ir a almorzar, Rodríguez Juliá, Toro, Bendahan y yo fuimos a la sala que lleva el nombre de “Edgardo Rodríguez Juliá”. En ese recinto se encuentran los manuscritos del cronista y novelista nacido en Río Piedras. Y allí guardan las ediciones originales de sus libros editados. La Universidad del Turabo custodia los originales como una forma de homenaje en vida.

En la sala, el propio Edgardo nos mostró la escritura inédita de Pandemonium, la tercera parte de la trilogía Crónica de la Nueva Venecia. Era un cuaderno grande. Lo particular era que todas las páginas estaban saturadas con una letra monótona y sigilosa. No había ningún espacio en blanco. Era la caligrafía de un obsesivo. Edgardo contó que los críticos le habían dicho que era un caso inusual, extraño.   

La sala es el lugar de estudio de su obra. Allí se dirigen los estudiantes que quieren hacer una tesis. Allí leen sus manuscritos y revisan todos los textos que él ha publicado hasta la fecha.

A la salida caminamos por una vereda pletórica de flores y plantas, como una cifra de la efervescencia del Caribe. El sol intenso nos pegaba en los ojos. El panel había abierto una vía de reflexión sobre el “ornitorrinco de la prosa” y aún resonaban en mi cabeza los ecos de las discusiones en la mañana tropical.

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