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La confesión del mayordomo

Medellín recibió esta semana al Festival del Premio Gabriel García Márquez. Una experiencia para oír a periodistas reflexionar sobre el oficio y el futuro de los medios. Se sucedieron treinta y cinco actividades con ochenta invitados de dieciocho países en tres días frenéticos.

Hubo 1645 trabajos evaluados por una batería de jurados que trabajaron duro para escoger a los ganadores. Venezuela fue uno de los países finalistas, con el trabajo “Propietarios de la censura”, publicado en el portal de Ipys Venezuela, en alianza con Armando.info y Poderopedia.

En medio de charlas, talleres, exposiciones fotográficas, proyección de audiovisuales, brilló una joya difícil de encontrar en salas de cine comerciales: el documental Santiago, del cineasta brasileño Joao Moreira Salles.

La familia Moreira Salles, una de las más ricas de Brasil, siempre tuvo bancos y la filantropía marcó una vida de amor por el arte. El primer vástago en alcanzar reconocimiento internacional fue Walter Salles, director de Estación central y Diarios en motocicleta.

Pedro Moreira Salles dirige el poder de Unibanco. Fernando Moreira Salles creó la editorial Compañía de las letras. Y Joao es un premiado documentalista, director de la revista cultural de la familia, Piaui.

En 1951 el banquero, embajador, amante de las artes y pater familias, Walter Moreira Salles, inauguró una mansión modernista en un morro de Río de Janeiro. Una residencia que visitaron estrellas y poderosos, como Greta Grabo y Juscelino Kubitschek. En los años ochenta los padres se separan y donan la casa al Estado para que se convierta en centro cultural.

A comienzos de los años noventa, Joao Moreira Salles decidió volcar su mirada sobre su propia vida. Y centró su investigación en el mayordomo que había permanecido con la familia por treinta años, el ítalo-argentino Santiago Badariotti Merlo. En ese momento este singular personaje tenía ochenta años y vivía en un diminuto apartamento de Leblón.

En cinco días filmó nueve horas de conversaciones en una cocina mínima. Pero el proyecto se estancó, por diferentes ambiciones que congelaron la historia. Y dos años más tarde muere Santiago.

El tiempo pasa, la marea de la exigencias baja, y vuelve a revisar el material que había filmado (el testimonio del mayordomo e imágenes de la casa vacía). Decide componer una historia de 79 minutos, Santiago, que ha cosechado cuatro premios internacionales de mediana importancia.

La obra resulta sorprendente porque es una reflexión sobre un material en bruto que adquiere resonancias múltiples. Joao Moreira Salles descifra la complejidad de su propósito a medida que avanza la historia, entre altibajos y retrocesos.

En este curiosísimo tour de force Joao Moreira Salles nunca deja de ser el amo y Santiago jamás puede sustraerse de su rol de mayordomo. En esta imposibilidad reside quizás el lado más inquietante del documental.

Pero en 79 minutos este realizador roza un milagro insuperable: descubrir al héroe de su infancia. Santiago es el hombre que toca Beethoven en el piano de impecable frac; el que les enseña a servir los tragos en las fiestas con destreza y elegancia; el personaje misterioso que habla y escribe cinco idiomas; el investigador que se fascina con la historia de las diferentes noblezas del planeta; el recitador memorioso del latín.

Santiago alcanza a trascribir 30 mil hojas con dinastías e intrigas eclesiásticas. Las guarda en resmas protegidas por lazos rojos que compra en París. Pero su poder es aún mayor: la familia Moreira Salles heredó esa investigación que hoy pueden revisar investigadores en la casa Gávea de Río de Janeiro.

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