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Juro que intenté escapar de Caitlyn Jenner, pero no pude (Parte I)

Temprano en la mañana, una de mis hijas que llegaba de viaje en barco, descansada de noticias y demás alteraciones de la vida tranquila en desinformación, se enteró con algunos días de retraso, del cambio de sexo del campeón olímpico Bruce Jenner, padrastro de las Kardashian, y me escribió ansiosa por saber mi opinión. Mis intentos por evadir el tema desde hacía más de una semana me habían llevado hasta el punto de interesarme por la gastrofísica, que era originalmente el tema de este artículo. No puedo meter la cabeza en la tierra como una avestruz, pensé. Tengo que asumir la responsabilidad de opinar sobre este asunto, porque tengo hijas, hermanas, madre, amigas, a las que me debo en relación de solidaridad de género, por decirlo de alguna manera.

Por si acaso algún despistado se topa con estas líneas sin saber de la euforia aprobatoria, además de los sangrientos insultos que desató la portada de Vanity Fair de este mes, debo decir que el primer día en su edición digital contó con 8 millones de visitas. La escandalosa portada mostraba la foto de Bruce Jenner (65) convertido en Caitlyn Jenner, embutida en corsé de satén blanco, maquillada y peinada con profuso esmero y fotografiada por nada menos que Annie Leibovitz, a la manera en que muchos han encontrado similar a Jessica Lange, bajo el titular Llámame Caitlyn.

La paleta de colores neutros de la portada obviamente pensada al servicio de resaltar la carne expuesta, muestra a Jenner con los brazos detrás de la espalda como si estuviera maniatada, inmovilizada, sin posibilidad de acción, su mirada sumisa, tímida, de impostada inocencia, que hacía difícil reconocer al otrora hombre exitoso y rico, estrella de reality show, patriarca republicano.

Se entiende después de una transformación facial de 10 horas de quirófano, que dicho sea de paso, asustó al mismísimo Jenner que sufrió de un ataque de pánico al verse en el espejo: ¿qué me hice?. Recuperada la calma no descarta una futura operación genital, aunque aun non planea dormir con hombres.

Quiere decir que estamos hablando de una transformación fenoménica, exterior, aparencial, que él explica, sin embargo, como de índole esencial: esto es lo que yo verdaderamente soy. Hummm… ¿carne remodelada?

Si se trata de un cambio sólo cosmético, no animado por una pulsión sexual, ¿tendrá entonces que ver con el insaciable apetito de notoriedad que viene con la fama en el show Business? ¿Será que aprendió la lección de sus hijastras convertidas en estrellas sin ningún otro mérito que el de sus curveados traseros y voluminosos e impúdicos senos?

Trato de imaginar que pasa por dentro de un hombre con el deseo de convertirse en mujer y me conmueve la magnitud de la necesidad interna que supongo subyace a semejante decisión. Cuando veo las fotos del manager de boxeo Fran Maloney, por ejemplo, antes de que se convirtiera en Kellie Maloney, siento que entiendo poco, me sobrecoge el misterio que lo explica y que va mas allá de las hormonas. Jenner y Maloney se casaron ​​por lo menos cinco veces y son padres de ocho hijos. Ambos han disfrutado de más de seis décadas de privilegio masculino y acumulado enormes fortunas, hasta el punto de llegar a permitirse la audacia de querer ser mujer.

Hasta aquí vamos bien. Pero es cuando Jenner explica que él siempre ha tenido un cerebro femenino que empiezan los problemas. Pues hablar de género en el cerebro sólo ha servido para la discriminación mas burda. Asumir la existencia de diferencias neurológicas inherentes a los cerebros masculinos y femeninos, a pesar de que no existe evidencia significativa, para explicar por qué hay menos mujeres matemáticas o gerentes, o la afinidad por el rosa y la tendencia a llorar en películas sentimentales, o el deseo de usar vestido o maquillaje, es una extravagancia que muchas mujeres ya no estamos dispuestas a digerir.

A partir de semejante noción y similares, el código social y cultural establece lo que es aceptable para los hombres y lo que es asunto de mujeres. La definición de género se refiere entonces al comportamiento que se espera debemos seguir en función de nuestro sexo de nacimiento. Códigos de ordenamiento, artefactos culturales estos que pierden su sentido puestos fuera de contexto. Pero ¿cómo se asume entonces el cambio de sexo dentro del contexto de esos códigos que han puesto siempre a la mujer en lugar de franca desventaja?

Jenner no se escapa a las normativas sociales de género, ni propone ninguna revolución, no está cambiando la historia, ni que ESPN le rinda homenajes a su coraje. Jenner no se convirtió en mujer sino que se convirtió en la idea de mujer que un hombre tiene en la cabeza, según las normativas sociales. Encarnando el más vulgar estereotipo de lo que significa ser mujer, según la ideología más reaccionaria, conservadora, que establece que la mujer es objeto del deseo masculino, pasiva sin opinión ni pensamiento propio, solícita de las necesidades masculinas. Para los que piensan que estoy exagerando, es oportuno recordarles que las mujeres que sí trabajan y piensan y opinan ganan 75 cuando los hombres ganan 100, por hacer lo mismo. Y los que piensan que los códigos vestimentarios que dejan cada vez más expuesto el cuerpo de las mujeres más jóvenes que atraen como moscas a los más viejos, la industria del porno, o los bares de strip tease tienen  algo que ver con liberación femenina, o una especie de movimiento vanguardista vinculado al empoderamiento de la mujer, debo decirles que la liberación del «trabajo sexual» sólo ha servido una vez más como herramienta que la supremacía masculina utiliza para mantener a las mujeres pobres y necesitadas y en su lugar.

Cabe preguntarse ¿por qué, si la vida de Jenner como hombre era modelo de éxito, fortaleza, poder, ahora convertido en Caitlyn, se nos presenta con esa carita de yo no fui necesitada, imagen sexista fetichizada de lo que significa ser mujer? Después de tanta lucha desde tiempos de las sufragistas, que ahora venga este hombre a proponerme esta imagen anacrónica, pesadilla de la mujer objeto, no me parece digno de ningún aplauso.

Las mujeres no necesitamos de valernos de la comprensión de las particularidades que pueda tener un cerebro femenino, para ser aceptadas ni mucho menos respetadas. Por el contrario esto no ha servido sino para invalidarnos. Los transgéneros tampoco necesitan de tan tóxico estereotipo. No necesitamos complacer la mirada masculina para obtener la validación de lo que somos. La lucha por ser tomadas en serio y respetadas como seres humanos y no como divertimentos que existen para el entretenimiento de los machos, la compartimos mujeres y transgéneros. Pero nosotras no necesitamos de cirugías ni de exponer nuestras carnes, mucho menos de que Jenner nos recuerde de esa manera, de qué se trata esto de ser mujer.

Que hayan surgido tantos aplausos, felicitaciones a Jenner entonces, se me antoja una reacción tan peligrosa como los insultos retrógrados que si a ver vamos, ya a nadie importan. Porque ninguna de las dos reacciones se tomó la molestia de pensar el asunto con algo de profundidad y responsabilidad.

Por eso le agradezco a Jon Stewart, el anfitrión de The Daily Show, cuando lo comentó de manera distinta, y me hizo sentir la tranquilidad de no estar en un mundo dominado por caníbales de farándula. Stewart comenzó denunciando algo de la transfobia de los medios, mostrando los sospechosos habituales con opiniones previsiblemente horribles. Luego mostró un montaje de las principales figuras de los medios que en su mayoría alabaron la decisión de Jenner y encomiaron su valentía. Hasta que llegó al grano: Es muy alentador ver que todo el mundo está dispuesto a aceptar a Caitlyn Jenner no sólo como mujer, sino que no han perdido el tiempo en tratarla como se trata a una mujer. El montaje que seguía mostraba a profusa cantidad de comentaristas que se referían exclusivamente a la apariencia de Jenner, hablando de ella como si se tratara de un objeto. Un objeto maquillado y “fotoshopeado”, ese era el punto de interés… Stewart aclamó entonces certeramente, que definitivamente la transición de Jenner ya había acontecido. ¡La estaban tratando como a una mujer! De forma que como mujer, ahora Jenner podía mirar el futuro a partir de su apariencia física, no contando con sus capacidades o talentos. Ya había logrado ser “objeto”, de escrutinio diario. Ya sabía Jenner que si le tocaba trabajar, iba a ganar 25% menos. Y si tenía la mala suerte de toparse con la violencia física o sexual de alguno, ya sabía que sería ella la sospechosa y no su agresor. Como mujer, Jenner también tendría que acostumbrarse a que le digan ELLA, y tenía que saber que con el ELLA venían una serie de adjetivos en el paquete: «cuaima», «menopáusica», «mandona», «emocional»…

En la dialéctica de los contrarios que es la vida, toda moneda tiene dos caras, no todo es malo para Jenner. Ahora también le silbarán y la piropearán al pasar… y hasta puede que reciba un “agarrón”, de esos “toqueteos accidentales” que suceden en metros, autobuses y demás aglomeraciones…

…Continuará… esto no está fácil.

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Gerardo Alberto Santelíz Corde

Brillante, Lupe. Gracias por tu escrito; afortunadamente no lograste escapar. No podría estar mejor conceptualizado. No suelo ser tan solidario con los transgéneros, pero tampoco tengo la capacidad profesional ni toda la información para emitir juicio al respecto. Eso es harina se otro costal y de otro contexto. Respeto absolutamente a la mujer y siempre combatiré todo tipo de discriminación a la que se le somete. Y pienso que este asunto de Bruce Jenner, que no ha dejado de ser él, esa individualidad nacida naturalmente, no deja de ser un estupendo ejercicio de explosión farandulera de mal gusto con mucho… Seguir leyendo »

Lula Fry
Lula Fry
8 years ago

Lupe, este articulo tendría que aparecer en el New Yorker.
He tenido malestar estomacal desde que vi la imagen el Vanity Fair,
no por trans sexualidad, sino exactamente por lo que escribes, la repugnante imagen de la mujer como objeto desde el punto de vista de quien fue hombre con privilegios patriarcales y ahora aparece representando como el anima de su propia perversion de lo que realmente SER mujer en un mundo de hombres. Bravo, espero la segunda parte. gracias!

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