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Irene Yibirin

Irene Yibirin: alma y cabeza del Festival de Cine Venezolano de Nueva York

NUEVA YORK: El cine es su gran pasión y al cine ha dedicado años y años de estudio y de trabajo. Irene Yibirin, quien nació en California y creció en Venezuela, es el alma y la cabeza del Festival de Cine Venezolano de Nueva York que llega este año a su tercera edición y que por primera vez ha viajado también a Huston. Es gracias a ella que en una ciudad tan difícil y exigente como Nueva York el público ha empezado a apreciar el trabajo de los cineastas venezolanos quienes, en los últimos años, han logrado metas que parecían inalcanzables: el Globo de Oro, la Concha de Oro y por último el León de Oro.

Irene Yibirín estudió Arte, con mención cine, en la Universidad Central de Venezuela y nunca más se alejó del séptimo arte.

De carácter fuerte y personalidad decidida, Irene ha transformado las dificultades en retos y sus sueños en metas.

Su primer trabajo en Caracas fue organizar el Festival de Cine Iberoamericano de cortometrajes estudiantiles VIART. Una experiencia importante que le ofreció la oportunidad de trabajar en la Cinemateca Nacional, antes, y en Amazonia Films, después, dos reconocidas instituciones venezolanas, en las cuales pudo desarrollar sus capacidades creativas y organizadoras. Allí siguió acumulando experiencia en la organización de festivales y entendió que lo que más le gustaba del cine era la producción. “Me encanta que un director me cuente una idea y que yo haga magia para transformar su guión en una película”.

Será esa pasión la que la llevará a Nueva York, ciudad en la que quería hacer cine independiente. Su profesionalidad le abre las puertas del cine independiente local y durante año y medio trabajará como asistente de producción en el documental Gasland de Josh Fox que, en 2011, obtuvo una nominación al Oscar en la sección de Mejor Documental. Trabajará también en la producción de otras películas entre ellas Refuge de Andrew Robertson que se estrenó el año pasado en el Toronto Film Festival y participó en el Atlanta Film Festival.

Pero el trabajo en el cine independiente se transforma muchas veces en voluntariado así que para vivir y quedar en lo suyo Irene empieza a colaborar con el Consulado General de Venezuela en Nueva York como organizadora de eventos culturales y asistente de la Cónsul General. Irene organiza exposiciones de arte, fotografía y joyería y ofrece toda la ayuda posible a los cineastas, artistas, escritores que se acercan al Consulado para participar en festivales, exposiciones etc. Lamentablemente no puede realizar el sueño de un Festival de Cine venezolano dentro del Consulado porque la sala no tiene las condiciones necesarias para una buena proyección.

Un acontecimiento muy importante, el nacimiento de su hija, la lleva a otro cambio de vida. Irene deja el Consulado y mientras vive todas las alegrías de la maternidad siente que ha llegado el momento de hacer realidad ese sueño que había quedado frustrado en el Consulado por falta de espacio: organizar un Festival de Cine Venezolano en Nueva York.

En los años en los cuales trabajé en la Cinemateca y en Amazonia Films, y también estando en el Consulado – nos cuenta Irene – tuve la oportunidad de conocer a muchos cineastas, actores, productores venezolanos y pude apreciar el gran desarrollo del cine venezolano. También, conocí a muchas personas que buscaban las películas venezolanas y, cuando alguna de ellas participaba en otros festivales se quejaban porque las entradas eran muy caras o los boletos ya estaban todos vendidos. Había un gran deseo de ver cine venezolano y yo misma quedaba con las ganas de ver las películas que mis amigos, en Venezuela, posteaban entusiastas en sus redes sociales”.

Tras una búsqueda meticulosa Irene comprueba que hay Festivales de varios países latinoamericanos desde la Habana hasta Brasil, Puerto Rico, México, Ecuador etc. pero nada para los venezolanos. Así que decidió intentar llevar el cine de su país a la Gran Manzana.

“Contacté a mis amigos cineastas y todos se entusiasmaron a la idea de llevar sus películas a Nueva York. Hay muchos cineastas que luchan durante varios años, dedicándole su vida entera, a la realización de una película, luego cuando ya la tienen lista pueden distribuirla solamente en Venezuela porque les faltan las conexiones con los canales de distribución internacional. Es una gran frustración y el Festival es un modo para salir de ese círculo y darse a conocer en otros escenarios”, explica Irene.

Con la determinación que la caracteriza, Yibirin se lanza a esta nueva aventura y logra realizar su primer Festival de Cine Venezolano en 2013.

“CITGO Petróleos me dio el patrocinio y Tribeca Film me abrió las puertas de sus cines con gran generosidad. En la primera edición tuvimos una sala de unos 100 puestos y trajimos 8 películas que presentamos en función única. Las entradas fueron gratuitas, porque era nuestra primera edición, y en cada función hubo un promedio de 50 espectadores.

El público premió el documental El Yaque de Javier Chuecos y tuvimos paralelamente dos eventos, uno sobre cine venezolano, abierto al público en el cual participaron todos los invitados y otro a puertas cerradas, con los directores, en el cual analizamos la realidad de nuestro cine. En esa reunión llegamos todos a la conclusión que el cine de estos últimos años ha crecido en calidad con respecto al del pasado y que pronto tendría un lugar importante en el panorama internacional”.

Una profecía que se ha hecho realidad rápidamente ya que en los últimos tres años Azul y no tan rosa de Miguel Ferrari, Pelo Malo de Mariana Rondón y Desde Allá de Lorenzo Vigas, han ganado el Globo de Oro (premio que otorga la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HPFA), la Concha de Oro (Festival de San Sebastián) y por último el León de Oro (Festival de Venecia), tres galardones muy importantes.

– Se podría decir que tu decisión de organizar un Festival en Nueva York se ha cruzado con una temporada muy feliz del cine venezolano, que ha crecido mucho tanto a nivel de estética como de contenidos.

Creo que este despunte del nuevo cine venezolano se debe a la gestión del Cenac, de Amazonia Films, de la Villa del Cine y sobre todo al trabajo de Juan Carlos Lozada quien ha sido la cabeza, las manos y las piernas de la reforma de la Ley de Cine y de la manera como se administra toda la plataforma del cine en Venezuela-.

Cuando llegó a su segunda edición el Festival ya era una cita esperada y no solamente por los venezolanos sino por todos los amantes del cine. En 2014 llegaron 13 películas, varias tuvieron más de una función y, además de las sesiones de preguntas y respuestas con los directores, actores y productores, se realizaron dos eventos, uno sobre Crowdfunding, práctica que utilizaron dos cineastas para realizar sus películas aunque en América Latina es mucho más difícil conseguir fondos por esta vía, y otra sobre sexo y género en Venezuela ya que había un documental y una ficción que trataban esta temática.

“Tribeca nos puso a disposición dos salas y hubo funciones en las que se agotó la venta de los boletos. También en los eventos hubo una gran participación. El Premio del público lo ganó el largometraje de ficción La casa del fin de los tiempos de Alejandro Hidalgo”.

– ¿Y para esta tercera edición? 

Este año tendremos 15 películas en competencia, diez de ficción y cinco documentales y dos fuera de competencia, Pelo Malo y La Distancia más larga. Vamos a tener al menos un invitado por cada película, el director o el productor, con los cuales el público tendrá la posibilidad de dialogar al finalizar las funciones. También habrá dos eventos, uno sobre la presencia de la mujer en el cine venezolano y el otro sobre el cine documental. Hay que agregar que por primera vez, este año, junto con el Premio del Público, habrá el de un jurado compuesto por Suzana Peric, famosa editora musical, Loren Hammonds, programador de Tribeca Film y Carlos Gutiérrez fundador y director de la plataforma Cinema Tropical que da visibilidad y apoyo al cine latinoamericano.

Y el Festival este año llegó también a Houston -.

Si y fue muy grato, – admite Irene emocionada – Hicimos una edición reducida del Festival y los directores que llegaron de distintos países, en representación de sus películas, se reencontraron en Houston. Fue una gran fiesta. Se la pasaron abrazados y recordando los tiempos en los cuales estaban empezando y vivían todos en Venezuela-.

¿Cuáles han sido los momentos más emocionantes de estos Festivales?

Organizar un Festival es siempre muy estresante como todo evento que implica la participación del público, pero yo disfruto muchísimo ese estrés. Cada vez que algún director o una persona del público se me acerca para agradecerme la posibilidad de presentar o ver cine venezolano en Nueva York yo siento una gran felicidad-.

¿Proyectos a futuro?

Un primer sueño es llevar el Festival también a otras ciudades de Estados Unidos para que haya siempre más gente que pueda ver la calidad de nuestro cine. También estoy en contacto con otras personas que están tratando de hacer algo similar en España, en Argentina, en Bélgica. Lo ideal sería crear una red entre todos nosotros y juntos llevar el cine venezolano en muchos países distintos. Ese es el segundo sueño… más a largo plazo – confiesa con su inconfundible y amplia sonrisa.

Y conociendo su seriedad profesional y su dinamismo no tenemos ninguna duda de que, entro de pocos años, estaremos escribiendo en ViceVersa sobre la red de Festivales de Cine Venezolanos en el mundo.

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