Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

El secreto

Tengo la clase bajo control. Pongamos que el tema del día son las maravillas topográficas de los Andes. Entonces me apego al libreto, procediendo con detenimiento y exactitud: los temas generales rara vez deparan sorpresa alguna. Luego ofrezco a los estudiantes su propina, aquel trocito ausente del plan de enseñanza del Ministerio de Educación: si hablamos del Tungurahua, les cuento el significado del nombre y algunas historias sobre los dioses precolombinos. Y de pronto, como quien no quiere la cosa, dejo caer la frase que normalmente provoca la diferencia, no en el examen final, sino en sus vidas cotidianas. Por ejemplo, tras clarificar ciertas particularidades del volcán, suelto en español y en el original: ”Otros te querrán a ti tanto como tu los quieras a ellos”, o “Imaynatan munanki chaynallatataq munasunki”. Como si nada, prosigo con los datos científicos de ese laberinto de volcanes que es la sierra centro. La mayoría de los estudiantes intercambian miradas desconcertadas. Esos son los borregos. Pero otros pocos reciben el sacudón de la frase y sus ojos brillan de complicidad. Yo no les he dado nada más que un obsequio, un proverbio quechua, un modelo de vida, una palanca que usada en el momento adecuado cambiará su rutinaria existencia, pero son ellos quienes deciden si guardar mis palabras o echarlas al baúl del olvido.

Ése ha sido el límite de mi adiestramiento, cinco o seis verdades descollantes que reparto discretamente durante el año académico. Me gustaría compartir con mis futuras clases el último nivel, aquel donde se esconde la certidumbre suprema, el secreto del universo, mas yo misma no he podido develarlo. Es posible que alguno de mis instructores universitarios o incluso uno de mis antiguos maestros de la escuelita lo sepa a conciencia. Hasta puede ser que me haya sido concedida la gracia de escucharlo, pero no he sabido romper el celofán, hackear el código, librarme de mi vellón de borrego. Durante las madrugadas cierta incertidumbre me roba el sueño: uno de mis estudiantes ha camuflado el secreto a modo de pregunta. Y entonces su frase, envuelta en un contexto descuidado, llegó a ocultar a mis oídos la verdad de las verdades.

Hey you,
¿nos brindas un café?