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El poder de la verdad

Pero ese nombrar el mundo crea el error, la mentira, el engaño. El hombre puede usar el lenguaje en su beneficio, este ofrecía posibilidades aparentemente ilimitadas. La preocupación del filósofo es precisamente evitar el engaño, evitar el conflicto que el engaño pueda causar.

El lenguaje se convirtió en arma, y como arma cada uno debió encontrar la forma de usarla, y cada uno descubrió que podía crear una verdad para los demás y obtener algo de ellos.

Entre el interior del cuerpo de una mujer y sus palabras hay un abismo.

La mujer puede no sentir nada y decir que siente algo.

Del lenguaje no se puede fiar uno, eso fue lo primero y lo último que aprendió Sócrates y lo que le transmitió a Platón.

¿Pero cuál es el problema de la mentira?

El poder.

Quien tenga la “verdad”, tendrá el poder.

La verdad es el semiento del poder.

Si yo tengo la verdad nadie tiene por qué discutir conmigo, la verdad que yo tengo es verdad para todos y para todo.

Que el aborto es malo… si es verdad para todos debe ser malo, quien niegue que es maldad lo hace porque desconoce la verdad.

La verdad es la forma de mantener o de obtener el poder, por eso Dios es la verdad, porque él es el máximo poder (y la máxima mentira).

Detrás de toda verdad, está el poder imponiéndose a los hombres.

Quien calla, no tiene poder.

Los medios de comunicación dan poder, quitan poder, aumentan poder.

La verdad Platónica niega las interpretaciones y llama a los filósofos y a los ciudadanos a obedecer a la verdad, a leer no para interpretar y crear algo nuevo, no para hacer una reescritura a partir de su lectura, sino a todo lo contrario, dejar de leer y escribir.

El hombre que halla la verdad platónica no debe hacer nada más en su vida, ha encontrado la razón de búsqueda del hombre, ha encontrado la verdad y de ahora en adelante todo se hace innecesario, está preparado para morir. Para Sócrates, la filosofía preparaba al hombre para la muerte; la verdad platónico-socrática niega la vida, la hace innecesaria. El hombre no debe seguir pintado, cantando, haciendo poemas, escribiendo, hablando, porque todo eso es reproducir el error y la mentira.

“El esfuerzo que hago para perfilar, cincelar, demarcar, separar y simplificar es una idiotez. Debo dejarme fluir multilateralmente. Por lo menos, he aprendido algo grande, a pensar, pero no demasiado, de modo que pueda dejarme ir, sin que haya levantado una barrera intelectual que se oponga a los acontecimientos que puedan venir y sin interferir con una preparación crítica en el movimiento de la vida. Pienso sólo lo suficiente para mantener vivo un estrato superior de inteligencia vigilante, igual que cuando me cepillo el cabello, me arreglo la cara, me pinto las uñas o escribo mi diario. Nada más.”

Anais Nin.

Cuando el hombre entra en posesión de la verdad niega al mundo, es “libre”.

Pero para Platón y Sócrates el arte no es una enfermedad, si bien sí es un mal.

Pero es el cristianismo que se alimentó del seno de la filosofía platónica y que además le puso el sello de la filosofía judaica, donde no se debían hacer reproducciones de Dios, o de dioses, porque la reproducción no era Dios, era una falsedad.

La mentira judía y la mentira platónica se fundieron en una, y como para Platón la mentira era la causa del mal, ese mal se hizo en el cristianismo pecado; ahí nace el concepto de enfermedad del arte, con sus pútridos padres, el platonismo y el cristianismo, ambas asquerosas enfermedades, habían dado al más horroroso bebé de la historia occidental, el mal-pecado.

El arte quedó condenado en el cristianismo-neoplatónico, pero no quedó extirpado, por doquier el arte seguía haciendo su aparición y por doquier el cristianismo lo combatía.

Pero viendo el cristianismo en el arte la forma más barata y rápida de enseñar la “verdad” a sus seguidores, puso al arte al servicio de Dios, es decir, al servicio de la verdad; aquí se dio a luz a otro feo y enfermo bebé, el arte para la verdad, el “verdadero arte”.

Ya tenemos dos adefesios; la mentira como mal-pecado y su nauseabunda hermana, la verdad y el arte para la verdad.

El cristianismo nos heredó esos dos adefesios y todavía los padecemos. Esos dos deformes vagan por el mundo predicando el evangelio del bien, de la moral, de Dios, de la verdad y otras tantas porquerías.

Si el arte nace de la muerte, el arte es vida, el arte es celebración, prolongación, continuidad, recreación, copia de la vida.

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