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Caracas: la huerfanita del rock and roll

El rock en castellano ha tenido siempre tres bastiones esenciales: España, Argentina y México. En Colombia, bandas como Aterciopelados, y, en Brasil, colosos como Os Paralamas do Suceso, también han sido referencias importantísimas. Lo demás, está un poco en la cola, no es por menospreciar. Venezuela, quitando lo que fue Sentimiento Muerto, representa una escena más bien modesta.

A principios de los años 70, Charly García comenzó a levantar un movimiento transcontinental de debajo de las piedras, con Sui Generis, y -en España- Miguel Ríos rasgaba las primeras guitarras eléctricas en castellano. Una vez les preguntaron a García y Ríos quién había inventado el rock en castellano, y ellos –echados en sendas tumbonas de la piscina del Hotel Eurobuilding (Caracas)- dijeron que lo habían pensado mucho, y habían concluido que la inventora era la abuela de Miguel Ríos.

Aprende a hacer limonada

Pero, ¿cuáles son los primeros hitos en Venezuela? Uno de ellos es María Teresa Chacín, cantando rock, y tirándose al suelo, en el Show de Renny. Mientras The Beatles emergían entre un alud de bandas indistintamente cortadas con la misma tijera –sólo después de 1965 comenzarían a tomar distancia-, en Venezuela surgían réplicas no muy afortunadas, como Los Dart, Los 007 y Los Impala. Henry Stephen llegó a tener resonancia internacional, y un look a lo Hendrix, que no se compadecía con un sonsonete tan de cuña publicitaria, como el de Limón Limonero.

Pero pasaron los años, y comenzaría a ocurrir algo más trascendente. Echando por la borda esa loa barata a las comiquitas de El Rey Arturo, que fueron Paul Gillman y Arcángel, hay una pieza fundamental, que nadie se esperaba, una carta bajo la manga; un nombre que llegaría para marcar la diferencia: Cayayo Troconis. A principios de los 80’s, a la par del Viernes Negro, y con crestas que desentonaban en Sabana Grande, surgen los Sentimiento Muerto.

Para mi gusto, esas primeras grabaciones en cassette, con temas como Descargar, carecen de todo valor musical, si bien hoy son todo un documento histórico. Sólo desde el álbum Infecto de Afecto, puede atisbarse que estos chicos no eran niños de pecho. Años más tarde, la banda se disuelve. Cayayo, Sebastián Araujo (batería) y Héctor Castillo (bajo), fundan Dermis Tatú, banda que alcanza a lanzar un solo disco, el cual se me antoja lo mejor de la historia del rock nacional: La Violó, La Mató, La Picó.

La vanguardia es así

Pablo Dagnino –voz privilegiada y mejor showman- crea una banda también muy solvente, llamada Los Píxel, luego de un trabajo como solista, que se llamó Biorritmos. Una vez, en medio de un almuerzo en el Restaurante Palms (Altamira Suites), donde grabamos –este servidor y el periodista Roger Santodomingo- una entrevista con Pedro León Zapata, para RCR, la cocinera Helena Ibarra –en un momento dilatado y relevante, manager de Sentimiento- , me lanzó esta perla: “Yo alojé a los Sentimientos en los mejores hoteles del continente. Un día, Cayayo me citó –junto a Pablo Dagnino- en la cervecería El León, y me dijo que estaba botada. Y que no sabía que iba a hacer Pablo, porque no creía que quisiera tocar en los bares de ficheras, donde pensaban tocar él y Sebastián Araujo”, disparó frente a sus tequeños de yuca, con picante de bachaco, traído desde el Amazonas.

Yo podría decir que el movimiento de rock nacional, murió con Cayayo, si no fuera por una única excepción: La Vida Bohème. Esta banda me parece –by far- lo mejor de la escena local en la actualidad, con temas magistralmente producidos, como Radio Capital, y otros que coquetean con el desparpajo maldito de Radiohead –en Pablo Honey-, como Nicaragua. La Vida Bohème, bien vale una misa. Sólo por La Vida Bohème, se justifica hablar de un movimiento de rock nacional, hoy en Venezuela.

El chillido de los taxis

Hombre, ¿qué demonios es el rock and roll? ¿Por qué digo que casi muere con Cayayo? Bueno, un poco por lo que también dice Charly García: en Baires los tangueros son más rockeros, que los mismos rockeros. En Caracas, digamos, no sobran los ejemplos de lo que genuinamente se puede llamar rock and roll.

De los nudillos salvajes de Trino Mora, a esta parte, ha corrido mucha agua debajo del puente. Surgieron bandas como Caramelos de Cianuro, con una obra muy respetable, con niveles de producción altísimos, y facturaciones solventes, que les han permitido vivir con holgura, de un negocio que en los 80’s era el equivalente a pedir limosna. No metamos a Amigos Invisibles en esto, tampoco a Desorden Público. Eso no es rock. Los primeros hacen Acid Jazz, y los segundos hacen Ska.

Hoy en día todas las bandas tocan en higiénicos locales como Discovery Bar, El Teatro Bar, tal y qué se yo. Mírame y no me toques. Pero me encantaría asistir a un Tour –de alguna de estas nuevas bandas- por los bares de Avenida Baralt. El rock no es pañito perfumado, ni traguito caro. El rock es callejuela y puñal, sexo chic y corazón malandro. El rock se parece más al chillido de los taxis. Que Dios me perdone.

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